martes, 7 de enero de 2014

Goa y su fin de año

Se acabó Goa y sus fiestas trance.

De camino al tren que en unas 18 horas me dejará en Trivandum, el sur mas sur de la India, pienso en lo rápido que pasan los días y en las diferentes realidades en las que cada uno vive, influenciado por su estilo de vida y prioridades.

Creo que en esta ocasión los universos no podían ser más opuestos, pero supongo que eso es lo interesante. Te da la oportunidad de conocer a personas que de otra manera quizás no conocerías y eso me encanta. 
He visto más de una vez personas que ante situaciones desconocidas o diferentes simplemente se cierran y no permiten que nadie acceda a ellas ni se esfuerzan por dar una oportunidad. Hacen su propia conclusión y adoptan sin darse cuenta una actitud que las privará de enriquecerse, de ver e intentar entender otras maneras de vida aunque uno mismo no se sienta identificado con ellas. 

Esta actitud nos ha pasado a todos estoy segura, pero forma parte del aprendizaje. A mi por lo menos me ha pasado algunas veces y aun hoy en día, ante una situación donde no tengo el control, tengo unos primeros minutos de inseguridad y aislamiento. Aunque desde fuera nadie pueda ser testigo de ello, puedo detectar rápidamente lo que me está sucediendo. No me gusta, es solo un sistema de autodefensa que lo único que consigue es que perdamos la oportunidad de conocer gente extraordinaria. 

Nos enseñan desde pequeños lo que está bien y lo que está mal. Nos enseñan que todo lo que se sale de lo "normal" es raro o no está bien y que seguir los pasos que sigue todo el mundo es lo correcto, el buen camino y lo que está bien. No es cierto. Esta manera de pensar es lo que nos provoca un rechazo hacia personas que no viven la vida como nosotros y olvidamos que lo importante es que cada uno la viva como le de la gana y que no hay bien y mal. Se trata solo de diferentes puntos de vista y de como cada uno quiera gastar sus días. He conocido a gente que juzga a los demás por su aspecto, por sus aficiones, por su profesión, su estatus social o el dinero de su bolsillo. He conocido gente que se cree superior y mira con recelo a los demás sin entender que por suerte lo que ellos buscan, lo que creen necesario, a lo que aspiran o las prioridades que tienen no es lo que busca todo el mundo. Seguramente detrás de eso hay valores humanos muy distintos o vivencias pasadas que les motivan a actuar de ese modo. A veces esa incapacidad por ponerse en el lugar de otro y no entender que la palabra felicidad significa una cosa distinta para cada persona es lo que nos aleja de los demás. 
Es cierto que hay gente que elige caminos mas autodestructivos que otros pero no por ello son inferiores. Detrás de ésas acciones quizás hay problemas, vicios o simplemente es una forma de escape ante la inconformidad. 

Todos hemos juzgado y alguna vez lo seguimos haciendo, siendo quizás un patrón adquirido. Adquirido pero que se puede cambiar, depende de nosotros. Alguno de estos días pasados me sentí así y me dio mucha rábia, pero me siento afortunada porque, aunque me gustaría eliminarlo del todo, cuando me pasa lo detecto rápido y intento ignorarlo disfrutando de la situación. A veces me cuesta. 

En muchas ocasiones de mi vida he pensado: " Elia pero que cojones estas haciendo tu aquí??" Me meto en embolaos donde no pego ni con cola y tras las primeras impresiones, dudas e inseguridades luego me lo paso bomba. Esa es la parte que mas me gusta y me doy cuenta de que al final, aun sin tener pegamento, se puede pegar en cualquier sitio.

Llegué a Goa, más concretamente a Chapora, con Daniel.
Un "liante" que al final me convenció para irnos juntos para allí todo y mis primeros y rotundos "NO, I don't want to go there! I don't like Goa!!".  Tras comerme con patatas mi promesa, al iniciar este viaje, de que no pisaría Goa en absoluto, me encontré de repente el 27 de diciembre pagando un billete de bus justo en esa dirección. Un segundo de duda y.... ZASCA!!! Daniel me plantó el billete en la mano. Sara nos abandonaría en la propuesta a último momento, así que el equipo estaba completo. El duo maravillas. 

Regla numero uno del viajante: No hagas planes y menos aun, nunca digas NUNCA porque te lo comerás con patatas. 

Así que de esta manera llegamos a Panjim, pensando que no sería mala idea empezar el año con un buen fiestón antes de recluirme durante un mes en el mundo yogui. Una fiesta nunca está de más y más aun si la experiencia es la mítica Goa, la ciudad reina del trance.

Empezamos bien, el trance. Lo odio con todas mis fuerzas. Pero evidentemente la ley de Murphy, siempre presente hizo acto de presencia. Llegamos y fuimos a parar a casa de los amigos de Daniel, a las puerta de una casa enorme con una mafia rusa amante del trance viviendo dentro. Lo de la mafia es simplemente una alusión a la cantidad de ellos, no nos vayamos a preocupar ahora, que me gustan las aventuras pero no para tanto.

Toda la casa dormía. Normal si se tiene en cuenta que los que vienen a Goa por el tema fiesta viven de noche, se despiertan tarde, cuando aquí ya empieza a oscurecer, y empieza la rutina sin rutina para prepararse para la siguiente fiesta. Droga, alcohol, videojuegos y poca comida. 

El viaje hasta aqui fue divertido, un bus cama y dos autobuses locales más hasta llegar al destino final. Llegamos a Panjim a las 6h de la mañana y tras esperar a que abrieran las taquillas de la estación a Daniel y a mi nos aparecieron las primeras risas flojas del día mientras jugábamos a cartas, al ahorcado y nos retábamos a dibujos. Nos partíamos de risa.

Los precios en Goa eran una exageración debido a las fechas.. Preguntando preguntando encontramos una moto para alquilar a un precio razonable. Decidimos que la prioridad era la moto por encima de todo. Empezamos la ruta y comimos un thali de pescado exquisito por menos de un euro en un restaurante local y visitamos las primeras playas para contagiarnos del ambiente. Turistas, demasiados, pero ya lo sabíamos. 

Al anochecer nos encontramos todos en la casa y ví rápidamente que el plan previsto para la noche no se ceñía en absoluto a mi idea inicial. No me apetecía ni el rollo ni el plan que había y tras lidiar con mis comeduras de cabeza me relajé.
Los chicos eran majísimos, en especial tres de ellos: Vishva que tiene una energía increíble y habla como una cotorra como a mi me gusta, Shzoid divertido y cariñoso, y Yulia, con una sonrisa de oreja a oreja preciosa. Enseguida me hicieron partícipe de sus charlas, sus bromas y sus partidas al Tekken, donde solté adrenalina por un tubo pegando patadas ninja para ganar la batallas.

Disfruté observando la complicidad típica de un grupo que se conoce de hace tiempo o que por lo menos han vivido experiencia que no se olvidan, aunque sea unos meses atrás en el mismo viaje. Recordaban historias y encuentros, y todo y que la mitad de las cosas no las entendía porque hablaban en ruso me transportaron s cuando yo me encuentro con los míos. 

Al final nos llevaron a una fiesta trance y, todo y intentarlo a más no poder, fui incapaz de mover ni un milímetro de mi esqueleto. En mi cabeza solo había: "Pero a quien le gusta esta música?????" Intenté disfrutarlo pero me fue imposible. Me gustaba ver como bailaban los demás y de mientras, mis escaqueos al exterior de la disco fueron aumentando. Intenté pasar desapercibida y que nadie se diera cuenta de mis furtivos escapes porque no quería fastidiar la fiesta pero hubieron unos ojos que me clicharon y me pillaron infraganti. Al final, tras varios intentos por parte de todos por transmitirme el ritmo en el cuerpo sin éxito, Daniel vino y me dijo: "Yo tampoco soporto el trance", y nos fuimos.

Entre playas y pueblitos llegamos al último día del año, el 31 de diciembre, el motivo de encontrarnos en ese lugar. Empezamos la mañana con un desayuno delante de la playa, un capricho que creímos oportuno. Visitamos nuevas playas y llegamos a Aranbol, al norte de Goa donde me hicieron un regalo genial de despedida del 2013. Un piercing en la nariz. Un día se me ocurrió comentarle a Daniel que quería tener uno, así que al llegar a aquel lugar y sin yo mencionar nada me llevó a la puerta de una tienda de tatuajes de confianza. "Es mi regalo de Happy New Year" y mi cara fue todo un poema. Hacía muchos años que me rondaba la idea por la cabeza y nunca me había atrevido, por el dolor y porque no me quedara bien. Vaya una cosa, a Daniel esas excusas no le sirven, así que no había por donde escaparse. Con nervios en el estomago y una fugaz escapada al mar para mojarme los pies y pensarlo una última vez más, entramos en la tienda y me senté en la silla. Ya esta, hecho. Un delgado aro en la nariz que me recordará siempre a India, a mi primer viaje sola, a Daniel y a ese bonito día. Un regalo inesperado que me hizo mucha ilusión.
 Comimos, tomamos un chai y un pastel de platano y chocolate, y me compré un vestido negro para empezar el año un poco decente. Sin roña y un poco mona, lo mínimo para empezar un nuevo año. No sabéis que alegría vestir algo nuevo y diferente después de casi un mes con los mismos dos pantalones y tres camisetas. 

En el pueblito nos encontramos con más conocidos por casualidad y finalmente nos pusimos de camino a Tivim para comprar el billete de tren que al día siguiente me llevaría a al sur más sur de la India, a Trivandum, Kerala. Encima de la moto y a toda velocidad vimos entre carreteras y palmeras como se escapaban las últimas horas de sol del 2013. 

Con billete reservado y ya de noche, volvimos a Chapora y compramos los ingredientes necesarios para preparar un curioso plato ruso a base de vegetales y mayonesa como sorpresa para la cena de fin de año. Shové. Cocinamos al ritmo de música y preparamos la mesa en el tejado de la casa. Una pequeña luz, cojines en el suelo y una mesa repleta de frutas, verduras, pan y cava para brindar. Una buena ducha, uvas preparadas en la nevera, vestido negro, bragas rojas y llamadas con la familia, todo listo para recibir el 2014 con suerte. Llegaron las 12 y con un buen brindis empezamos a cenar con el sonido de los fuegos artificiales de fondo y el cielo bañado de colores pirotécnicos. Entré en el nuevo año cuatro horas y media antes que todos los míos pero no por ello dejé de dedicarles un pensamiento en ese primer sorbo de burbujas doradas.

La noche acababa de empezar y ya medio borracha con una sola copa de ron y coca-cola nos fuimos a la fiesta trance al aire libre en Vagator. Si, otra vez trance. Fue imposible encontrar una fiesta con música electrónica diferente, pero tengo que decir que fue llevadero y bailamos hasta que el primer sol del 2014 salió para darnos los buenos días. Divertido. Unas horas más y Goa habría terminado para mi, dejando atrás a la encantadora tropa rusa y a su israelí adoptado. 

Un buen inicio del año aunque nos astillaran por la entrada. Fin de año es fin de año, aquí y en todo el planeta. 


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