viernes, 3 de enero de 2014

Happy Hampi

Hampi, un lugar donde las rocas, las ruinas y los templos invaden cada centímetro del terreno. Un paraíso para los escaladores y un lugar perfecto para perderse por caminos sin paradero exacto con una bicicleta recordando veranos lejanos o sobre una pequeña motocicleta conduciendo melenas al viento.

De camino a este lugar, mientras esperaba la llegada del segundo bus que me conduciría hasta Hampi, conocí a Sara, una chica polaca, introvertida y reservada al principio con la que rápidamente compartí palabras. Le propuse de compartir habitación y tras un escueto "quizás", esperé sin prisa a que se decidiera. Nos tocó juntas en el sleeper bus y tras 8 horas de traqueteo y varios intentos por dormir llegamos a las 6 de la mañana a Hampi. El recibimiento no podía ser mejor, si descartamos la multitud de conductores de "tuk-tuk o autorised" ( pequeño taxi de tres ruedas) que nos esperaban en la puerta del autobús con los que tuve que ponerme un poco borde para seguir caminando y despegar los párpados, ver salir el sol en un paraje excepcional como aquel.

Sara se había decidido, con un poco de timidez me preguntó si aun quería compartir la habitación. Le que si, y su nerviosa sonrisa se relajó. 

Decidimos instalarnos en la isla y mientras esperábamos el barquito para cruzar el río nos dijeron que la elefanta Laxmi iba a aparecer para pegarse su ducha matutina. No apareció, ese día había un festival y se la habían llevado, así que cruzamos el río.
 
Tras pegarnos un buen desayuno en el "Laughing Buda", y dejar allí las mochilas, empezamos con la búsqueda de alojamiento. Enseguida conocimos a Daniel, israelí, de 27 años, muy abierto, simpático y que enseguida nos hizo partícipes de su energía positiva y buena onda. Una de esas personas que te dan ganas de conocerla más con solo cruzar cuatro palabras. Estaba subido encima de un "slack-line", la típica cuerda para aprender a hacer equilibrismo y caminar sobre la cuerda como la gente del circo. Mis primeros intentos fueron un fracaso.

Daniel en su bici y Sara y yo a pie, fuimos los tres hablando sin saber que a partir de ese momento compartiríamos juntos casi cada día de nuestra estancia en ese maravilloso lugar.

Conseguimos "casa" fácilmente, aunque nos cambiaríamos a otras 2 guest house en los días siguientes debido a que a Sara no le convencían las anterirores. Mejor, a cada cual más barata y más familiar. Vimos la puesta de sol y el día acabo con un buen té en el "White Elephant", punto de reunión de muchos.

Al dia siguiente madrugamos, desayunamos a base de dulces, y Sara y yo caminamos durante horas vistando templos y ruinas hasta volver a casa después de recibir un beso de Laxmi, una elefanta que a cambio de una moneda te daba un beso en la cabeza. Nos montaron en un autobus escolar y presenciamos una boda india, todo por casualidad.

Así los días fueron pasando, cada día con una actividad nueva y con las Navidades en medio. No parábamos. Cada día más divertido al conocer mejor a los coleguis de aventuras, perdiendo poco a poco ese punto reservado o de inseguridad que todos tenemos cuando no conocemos mucho a la otra persona, aun siendo la persona más abierta del planeta.




Alquilamos una moto para recorrer quilometros sin rumbo, perdiéndonos casi y dando media vuelta para no hacerlo y quedarnos sin gasolina en la mitad del camino que cerca estuvimos.  Nos bañamos en el lago y saltamos desde rocas altas el día de Navidad, cenas de Nochebuena en buena compañía y calorcito seguida de una jam session con tambores y bailoteo. Andamos en bicicleta y jugamos a cartas varios días, subimos la montaña salvaje pasando entre rocas para ver la pintura prehistorica más pequeña que existe, cosa que nos provocó unas buenas risas... Clases de yoga para empezar el día, mis inicios en el mundo de la escalada con todo el mundo dispuesto a enseñar y animar cada uno de los pequeños logros de la familia escaladora, sonriendo cuando uno llegaba a la cima de la roca. Cuanto más difícil más ánimos. Me felicitaron y me hizo ilusión. Ese lugar tiene algo y divierte caminar por el pueblo como si vivieras allí, parándote a hablar o saludar a cada 5 pasos.



Hubieron momentos increíbles, que hicieron que Hampi aun fuera más especial.. Noches de corrillo ante el fuego con guitarras, dormir en medio de la montaña con tan solo el saco de dormir y con todas las estrellas observando, atardeceres en puntos secretos, madrugones y tardes de escalada, mi primer Shabad con una comida asombrosa y hasta una discusión al echarnos de nuestra Guest House por no ser demasiado consumistas y no ser una maquina de hacer dinero.




Llegué a este lugar con la intención de pasar tres días y me quedé una semana. Así es la India, llegas a un sitio y todo lo previsto se desmonta, imprevisible y más si la gente que encuentras vale la pena.

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