martes, 14 de enero de 2014

La llegada al Ashram

El karma. El maldito y merecido karma.

Todo empezó el sábado cuando llegué al Sivananda Ashram para estar lista al día siguiente para empezar mi formación de profesora de yoga, uno de los varios motivos por los que me encuentro en la India. Eran las 10'30 de la mañana y tras un viaje en bus hasta Trivandum me encontraba delante de la puerta de Sivananda Ashram, en Neyyar Dam, un precioso lugar con un río caudaloso delante y miles de cocoteros alrededor. El ashram era precioso, el primero que pisaba en mi vida. Por un momento me sentí como una niña pequeña que empieza el colegio, estaba nerviosa. Nerviosa por saber quien serían mis compañeros durante todo un mes, por saber como serían las clases, el lugar, las asignaturas y los profesores y sobretodo por saber si encontraría una cómplice que me acompañara en esta aventura. La encontré. Una italiana que conocí de camino a la habitación cargando una mochila más grande que ella y que tras una espera considerable para que nos llevaran a las habitacion soltó un: "fan culo!!", y ya supe que nos llevaríamos bien. Acerté, pronto seríamos como Pili y Mili y andaríamos por el ashram como Pedro por su casa. Dormimos pared con pared así que si miro por encima  del pequeño muro que nos separa y me pongo de rodillas en mi cama, la veo ahí tirada haciendo pulseras de hilo y es la primera en recibir mis buenos días y la última en oír eñ "bona nit" destinado solo para ella. Es simpática, circense y dulce. Impaciente como yo pero con menos arranque, en eso gano yo. Me dice que cuando me ve le dan ganas de estrujarme y darme mimitos o carantoñas como a una niña pequeña y a mí me encanta que lo haga, soy una mimosa empedernida que le vamos a hacer.

Nos instalamos en las habitaciones y dejamos las cosas tal cual encima de la cama. Estábamos invitadas a participar ese mismo día en las actividades del ashram pero ambas decidimos optar por disfrutar de nuestro último día de libertad y sin horarios a modo de ejército. Fuimos las únicas pero fue una buena elección. Nos bajamos al pueblito, achicharradas de calor, y comimos con los locales. Nos compramos una libreta para nuestros apuntes y compartimos confidencias desde casi el primer momento. Es de esas personas que se abren rápido y que enseguida te dan la confianza para hablar de cualquier cosa, aunque sea personal. Me habló y escuché, y sentadas delante del río pasamos la tarde. Queríamos bañarnos pero las nubes y unas cuantas gotas hicieron que cambiáramos de idea. Se fumó su último canuto y nos fuimos a cenar, aquí cenamos a las 18h. En realidad no sería el último, aun le quedaba uno más que compartiría por la noche y a escondidas dentro del ashram como adolescentes en un instituto, con un grupo de catalanes encantadores que conocí por la mañana haciendo cola en la recepción. La Mireia, la Gemma, la Juli, la Yoli, el Josep Maria y el Martí (los tres últimos eran amigos de la Raquel Odena, que pequeño es el mundo). El grupo se había conocido durante el viaje y llevaban ya unos días en ruta juntos. Divertidos, con una complicidad entre ellos muy bonita, con una energía contagiosa y majos, muy majos. Fue un buen recibimiento y un bonito encuentro, aunque para mi gusto demasiado corto. Los catalanes se irían a la mañana siguiente escapando de tantas reglas y horarios estrictos, y huyendo sobretodo de tanto canto. Me hubiera gustado que se quedarán más. 
Después de fumar a escondidas asistimos todos juntos a mi primer satsang, sesión de cantos que cada mañana y noche tenemos, y mi cara fue un poema. Iba informada pero aun así pensé: "esto que cojones es?!". Parecía una misa. Y yo aterrorizada. La gente murmurando y cantando cosas que yo no podía pronunciar ni leer balanceandose de lado a lado con un librito en la mano.  Me dió la risa, claro. Y así pasé la velada, intentando adaptarme a ese circo y verle el lado objetivo. Ese día no lo logré, demasiado pedir para una atea de pies a cabeza como yo. 

Ya llevaba dos días y me moría de risa yo sola de verme ahí metida. Pregarías, meditaciones, y reverencias sin sentido alguno para mí y palabras imposibles de pronunciar. Imitando como un mono de repetición algunas de las acciones y rechazando realizar alguna de ellas por sentirme más absurda que nadie y por no compartir esas ideas. 

Era el primer día, me quedaba un mes entero. Al día siguiente el horario ya fue el de cada día, la campana matutina nos despertó a las 5'15 de la mañana para la meditación en silencio y los cantos procedentes. Ese día la meditación fue diferente, no asistimos al templo, sino que hicimos una caminata en silencio hasta el lago donde meditamos delante del agua. Bueno para ser sinceros yo lo intenté, pero no hubo manera. Me molestaba la posición de piernas cruzadas, me picaba un mosquito, me clavaba la roca en el culo, mi espalda a esas horas seguía dormida y se negaba a estar estirada y quería seguir siendo como el caparazón de un caracol, redonda. A todo eso sumarle que amanecía y no quería perderme la salida del sol con los ojos cerrados, que con tanto silencio a mi cabeza le daba por pensar más que nunca y que abría un ojo y veía a 300 personas ultra motivadas sentadas en posición de indio con las manos encima de las rodillas siendo yo la única incapaz de lograr la deseada paz mental.

Esa misma noche hicieron la inaguración del curso y nos fueron llamando uno por uno al escenario para saludar a "nuestro" guru y recibir los uniformes, libros y la bendición del universo. Podéis imaginar mis pensamientos en este momento: "lo que se tiene que hacer para tener el titulo de profe de yoga... Cuando salga al escenario me van a pillar y van a notar que no creo en nada de esto...". No me pillaron y volví a sentarme. " Bien! Prueba superada!!", pensé.

Al día siguiente, llegó la repartición del Karma Yoga y ahí es donde digo lo del maldio karma. Habían mil y una opciones de karma yoga (es decir, realizar un trabajo/actividad desinteresadamente) desde trabajar en la cafeteria.. En internet.. Sirviendo el té o la comida/cena... Pasando lista de asistencia... De todo, incluído lavar los baños. En ese momento solo me repetía " que me toque el bar o el té o la comida, que me toque el bar o el té o la comida..." Y de repente dijeron: " Número 45, Elia Lopez, los baños". 

Toma, estaba claro, me lo merecía. Me levanté y me uní al grupo de limpieza de habitaciones y baños riéndome en mi interior por tal merecida actividad. "Has despotricado durante dos días de todo? Pues ala! Así entenderás lo que es el yoga y la espiritualidad!!". Así no hay egos posibles, a lavar durante un mes cada día! 

Mira que había opciones... Yo quería una tarea con contacto con la gente y me tocó el contacto con el estropajo. No está mal para empezar. Me lo tomé como un aviso: "baja la guardia y deja de cuestionar". Lo hice, pero en cierta manera, seguí analizando cada uno de los pasos que hacían los Swamis, los profesores y todos los estudiantes. 

Escucho y pregunto y voy sacando mis propias conclusiones, y aunque discrepo de muchas cosas tengo que decir que desde que he empezado la asignatura de filosofía todo va cobrando un significado y un sentido, y aunque no comparta algunas ideas disfruto y aprendo muchísimo cada día. Estoy contenta de estar aquí y aunque de vez en cuando se me escapen risas internas, y no tan internas, me parece muy interesante.

Paso a paso y con paciencia.

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