lunes, 28 de diciembre de 2015

19 Diciembre 2015

Nos despedimos de Djiffer y intentamos de irnos hasta Toubacouta. El barco del correo que esperamos desde dos días no pasa. Inch Allah pero no... 
Ninguna noticia y no queremos ir a tras, queremos ir a de l'ante por la agua.

Un joven con su piragua, Hélage, nos propone un súper buen precio hasta Toubacouta. Nos encontramos a Babacar con quien habíamos discutido ya precios, preguntamos por el y verificamos si el precio no es un precio Toubab. Corremos a buscar las mochilas, ya estamos, se parte.

Hoy en Djiffer, pasa el ministro de la pesca viene a visitar.
Discursos, coches de lujo que aparecen como fuera del paisaje y música por hacerte explotar las orejas.

Nosotros nos escapamos, subimos en la piragua y miramos a la tierra por la ultima vez antes de entrar en el delta. Silencio, acompañados por el ruido del motor y la belleza del sitio.



Es imposible para mi no pensar a las fotos de los migrantes intentando de construir una nueva vida y jugando la suyas en las embarcaciones como la nuestra.
Pienso, creo que Elia también. Pero no nos decimos nada.

El sol pega como un loco. No hay sombra y nos tapamos con lo que encontramos. A veces nos hablamos, unas palabras, pocas.
Se habla de futuro,
De Berlín, de casas, de Bruselas, de Barcelona.
En el medio del delta del Saloum, solos, suena como una otra realidad. Pero al mismo tiempo pienso que todo al rededor, el espacio y el tiempo, este silencio, todo nos lleva a la reflexión sobre quienes somos y donde vamos.

Entre los trozos de tierra, la mangrove, la agua, me doy cuenta que  en la vida hace un rato que floto, veo con los ojos lo que vivimos Elia y yo desde varios años y acepto errar entrando en el delta, en el viaje y en lo que aun no conozco ni se.

Llegar a Toubacouta es tranquilo. Buscamos un sitio donde dormir y evitamos a los acampamientos por turistas explicando que nosotros somos viajeros. Me gusta la definición.
Concretamente significa que tenemos que bajar los precios porque con el precio de la piragua vamos fuera del presupuesto. Cool Paco es un mercante de objetos de arte. Entiende inmediatamente la nuestra definición de viajeros y nos enseña su casa. Teranga: hospitalidad, acogimiento, bienvenida ...

Paco dormirá por el suelo y nos deja su cama. No me lo puedo creer pero aceptamos y escuchamos su historia.
El Pueblo es calmo y vivo, todo el mundo conoce a Pablo y lo respecta, sentemos que estamos en buenas manos!

20 Diciembre 2015

Domingo ... Entonces Iglesia.
Pero nos perdemos en 2 segundos y llegamos hasta el pueblo siguiente: Banny.




Hace un calorazo increíble y no hemos pensado a la agua... Los intestinos nos duelen un poquito pero eso, claro, hace parte del viaje!
Al final de la misa llegamos a la iglesia...  A la salida algunos cristianos vuelven hasta el pueblo y los acompañamos.

Es tiempo de despedirnos de Paco, nos espera el camino hasta Tambacounda, al otro lado del país.
No sabemos muy bien como llegar, si coger un bus, un taxi Brousse o un colectivo... África se organiza por nosotros.

Al llegar a Kaolak a 240km de nuestra destinación , la peste de la estación de coches nos hace cerrar los ojos y la nariz. Esta ya un otro coche 7 places y dos blancos esperan: Luis y Julia.
Van a Tambacounda ellos también.
Son de Zamora, el pueblo de la mama de Elia. Ellos también son viajeros, y no tienen miedos.
Nos miramos y decimos que no nos paramos en la peste de Kaolack. Vamos con ellos !

Doblados en el coche, de noche, entre los agujeros de la carretera y los animales que cruzan, parece una odisea. Y lo es.




En mi guía tengo la dirección de un hostal barato. 
Llegamos de noche, hay una habitación con mosquitera. Es la primera vez desde 4 días que tenemos electricidad !

18 Diciembre 2015


Seguimos en Djiffer porque no hay barco para seguir la ruta. Dicen que quizás mañana. No hay horarios ni reglas, aquí todo es "Inshalá", así que mañana veremos si las constelaciones se alinean y la cosa tira adelante o toca cambiar la ruta. 

Todas las opciones estarán bien, porque la improvisación es la ley de la aventura y siempre nos sorprende con días más asombrosos de lo esperado, aunque eso signifique quedarse más tiempo del previsto en un lugar. Mola. Mola salir al pueblo y conocer caras y sus nombres aunque tenga que admitir que soy un autentico desastre recordando hasta el de los francés. Mi mente está llena y no retiene, o quizás está demasiado ocupada observando y se despista hasta con una mosca, como siempre. Por suerte Hervé recuerda cada nombre, por complicado que le suene a mi oreja, a la primera y eso hace que las relaciones rápido sean más de tu a tu. Creo que la suerte es para mi, porque él, pobre, tiene que aguantar mi constante y repetitiva pregunta por lo "bajini" de: "hey Hervé, ¿como se llamaba?" mientras apunto sutilmente con alguna parte de mi cuerpo al sujeto en cuestión para que entienda a quien me refiero. Sus ojos se ponen en blanco mirando hacia el cielo y responde: "¿otra vez Elia?", e intentando poner una cara seria me dice: "Como me preguntes otra vez te ganas un puño", pero al final siempre me lo chiva. 

Nos despertamos pronto, la cama es dura como un pedrusco y las primeras voces se oyen cerca de la cabaña. Eso si, hemos dormido como lirones, cerrar los ojos con el rumor de las olas del mar tan tan cerca hace que uno descanse como un bebé. Desayunamos un café Touba, un te de hierbas con color marrón como el café pero  completamente ausente de él, sentados en la calle y después Hugo, el francés hijo de Aquim, nos dice que en la esquina de delante preparan huevos todo el día. Vamos directos, y el sitio es de los más auténticos hasta el momento. Solo hay hombres, y en el local solo se preparan huevos y cafés. La tortilla es frita en aceite y el sabor exquisito. Estómagos llenos. 

Volvemos al campamento, escribimos, soñamos con ideas, trazamos planes y hacemos una lucha al estilo senegalés en la arena. Pierdo, así que achicharrada de calor y llena de arena me tiro de cabeza al mar. 

Hoy había invitación especial. Comida italiana en casa de Mauricio, un italiano-suizo con una casa de revista que vive aquí desde hace seis años y que Hervé conoció la noche antes mientras yo intentaba que mi estomago rebelde se pusiera en su sitio. Caminamos fuera del pueblo y al cabo de un quilómetro el anfitrión nos espera en la puerta colorada. El terreno es impresionante y el tinglado montado dentro aun más. Lujo con muy buen gusto, pero lujo. Mi boca habla sola y suelta uno de mis "uala que pasada" y Mauricio sonríe. Él lo llama su pequeño paraíso y tiene razón aunque se equivoca en algo, no es pequeño. Como buen italiano nos recibe con un aperitivo y patatas chips y tras hablar y hablar de sus viajes pasados y su actual vida pasamos a la pasta con pesto de su pequeño huerto. Sí, en Senegal comiendo pasta al pesto. Parece surrealista pero es cierto. A diez minutos caminando estás en la jungla y de repente estás ahí metido, con sirvientes y dos mundos y dos realidades completamente distintas. Choca, la verdad, pero tengo que decir que Mauricio es encantador y es consciente de ello, y simplemente a acabado aquí por azar escapado de la estresante vida milanesa. Ha sido un viajante y jamás pensó, la primera que ve que vino a este país, que acabaría siendo su casa.
Un café y despedida, la tarde se ha echado encima. 

Salimos hacia el pueblo de al lado a un par de quilómetros mas o menos. Diakhanor. A medio trayecto, nos alejamos del camino y nos pegamos un chapuzón en bolas aprovechando que no hay nadie cerca para refrescarnos y continuar la caminata. 


En el ultimo tramo del paseo un carro tirado por un burro nos conduce hasta el pueblo. Los dos chicos que manejan el carruaje vuelven hacia casa después del trabajo y tienen ganas de hablar. Nosotros también, así que entre baches y acelerones parloteamos sin parar. Al llegar, uno de ellos se siente con la responsabilidad de mostrarnos su tranquilo pueblo y explicarnos todos los rincones. Es pequeño, con construcciones mucho mas acabadas y definidas que Djiffer, pero aun creciendo. Tiene una energia bonita.

De vuelta a casa montamos en otro carro con burro que nos recoge, seguido de un segundo tirado por un caballo. Menuda velocidad. El trote y el traqueteo del carro me hacen sentir que puedo salir disparada en cualquier momento, pero es precioso ver como se pone el sol en el mar mientras cruzamos el camino a caballo montados en el carro.



Pronto va a oscurecer. Damos otro paseo por Djiffer y nos encontramos con los constructores de barcas para la pesca. Tenemos l técnica pero no el material, nos explican, y observamos como trabajan la madera. Cuando se finalice la barca se va a vender por 700.000 CF, unos 1000 euros. Todo hombres y un gallo de corral, el luchador del grupo. Un chico que solo habla Wolof pero que a toda costa nos quiere explicar cosas y la verdad es que se hace entender. Su empeño, gritos y gestos describen sus palabras y nos hace reír igual que al resto de su pandilla. Se ha hecho de noche. Total.

Nos juntamos en el bar y es bonito ver como a medida que pasan los días los habitantes de aquí se abren y te reciben con una sonrisa cada día mas amplia.

Entra el hambre, y tras irnos del bar de "La bandida" (apodada así por los del pueblo) por querer timarnos a precio de toubab, nos recomiendan un pequeño sitio donde comemos un pescado fresco frito con ensalada y patatas por 1'5 euros. Es el precio de aquí, pero aun sorprende. Buenísimo.

El pueblo empieza a apagarse y vaciarse, ya són las diez. Así que al toque insonoro de campana nos recogemos también y nos dormimos de nuevo con el sonido del mar. Bona nit.

17 Diciembre 2015


Los cantos islámicos me despiertan a las 5 de la mañana, y entre abro los ojos con dificultad. Aquí el día empieza. Un ojo medio abierto y el otro completamente cerrado. El calor y la multitud de sueños se mezclan con las voces y me vuelvo a quedar dormida. 
Djiffer es un pueblo musulmán como casi toda la mayoría de pueblos senegaleses.

Desayunamos y enseguida viene a nuestro encuentro Babakar y compartimos mesa, charla y café para decidir cual y cuando será nuestro próximo movimiento. De momento nos quedamos un día más aquí y disfrutar de sus gentes.

Nos cambiamos de alojamiento, ahora la cabaña es aun mas cerca del mar pero en cambio es lo más barato que hemos conseguido por ahora en Senegal. Hace calor, mucho, así que la primera reacción es dejar la mochila y salir corriendo a pegar un brinco dentro del agua. Chof.

La arena es blanca pero cuando dibujas quedan trazos negros en ella. 
Hoy el calor achicharra aun mas, así que cogemos nuestros dados y empezamos a jugar a Yatzy, enseguida se unen a la mesa Michel, un hombre francés que pasa medio año trabajando en Francia y la otra mitad en Senegal desde finales de octubre disfrutando de la pesca y la calma, y Omar, un senegalés que todo y parecer mas reservado es un bromista. Es el chef del pueblo. Su víctima es siempre el encantador camarada Bira como el mismo se describe.  Juntos parecen dos niños picándose el uno al otro pero la complicidad, quizás de años, hace sonreír. "Se taquiner" como dirían en francés.

Nos ofrecen comer todos juntos del mismo plato. El menú, el plato nacional senegalés "Theboudienne" que consta de pescado con arroz roto y alguna que otra verdura. Aceptamos y enseguida un chica preciosa trae dos platos de metal enromes y tapados con la comida dentro. Está deliciosa. La comida está acompañada de risas, bromas y traducciones y al terminar Omar nos invita a una bolsita de agua para pagar su enmienda por perder a las cartas.

Chapuzón, siesta y chapuzón.



A las tres y media parece que el sol empieza a ser mas suave, así que nos vamos a perdernos en el pueblo y sus tradiciones. Vamos al mar y topamos con la llegada de los pescadores. Cada barco trae un tipo de pescado diferente y los chicos corren de un lado para otro entre el barco y los camiones para entregar la mercadería. Van rápido, porque cada viaje son 200CF asi que cuantos mas se consigan hacer mas sueldo para ese mismo día. Detrás de ellos siempre corren niños, porque si durante el trajín de un lado a otro cae un pescado el que lo pille tiene cena fresca o, en la mayoria de las ocasiones, ya tiene una pieza para vender en el mercado paralelo de peces robados o caídos a propósito, es todo un chanchullo muy bien logrado.

Los chicos que están dentro del barco cargando las cajas de pescado no cobran pero reciben pescado que nada mas terminar la jornada también intentan vender para sacarse su jornal. Las mujeres esperan en la arena a la llegada de sus maridos para vender el pescado y sobretodo clasificarlo por clases. Los ven rápido, tienen los ojos acostumbrados, y me enseñan a diferenciarlos y me aconsejan de mover la pila de peces con otro pez en la mano para no cortarme con las espinas. Me explican y obedezco. 

Baraba nos cuenta detalles de la exportación del pescado y los trabajos de cada uno. Son equipos, dicen, y luego reparten. Estamos en el punto clave de la pesca en el país, es el primer pueblo de pesca directa donde la abundancia de toda clase de pescado está a la orden del día, es una barbaridad. La suerte de vivir delante del mar y el final del río Saloum.
De aquí sale la pesca diariamente hacia todos los rincones del país, donde el precio se encarece a medida que se avanza hacia el norte, y Europa.




Conocemos tambien a Pascal, un bretón que tras su primera escapada al país por tres meses y descubrir que era el paraíso decidió volver y quedarse. Ahora es padre de dos hijos y es marido de una mujer senegalesa, y parece que su paraíso se ha caído.
 
Seguimos la ruta ppr la playa y nos encontramos con la montaña de conchas donde descascarillan, a mazazos, los caracoles de mar y dejan sus frutos en agua salada para que no se infecten.



A unos pasos mas encontramos los barcos de las sepias, los puestos de los cacuetes y el lugar donde se seca el pescado. Parece un caos, pero todo tiene un orden y una lógica perfecta. Sorprende descubrirlo. 

Suenan los cantos de nuevo, ya son las siete, y eso significa que en media hora será oscuro completamente. Es invierno. Nos empezamos a recoger juntamente con el resto del pueblo y caminado por la playa nos encontramos a los luchadores entrenando y practicando "La lutte". Se parten de risa y nosotros también, no hay agresión alguna aunque sus cuerpos muestren, a veces, unas dimensiones espectaculares.


domingo, 27 de diciembre de 2015

16 Diciembre 2015

Partimos en dirección al delta del Sine Saloum.
Visita de la isla de Faddiouth echa toda de conchas.
Calmo, todo blanco, tumbas católicas y musulmanes en el medio de los babobab, cerdos que vagan en las calles y redes que los pescadores reparan a la sombra.


Para llegar a la isla, atravesamos el puente de madera evitando a los guías para turistas (Adams en Mbour nos a explicado como hacer). También conocimos a Sidonie, una mujer de 60 años que nos pagó ayer el taxi y que ha vivido 32 años en Francia, es católica y vive en Faddiouth. Explicamos a los guías que la vamos a visitar.

El sol pega fuerte. Buscamos la sombra de los Baobab y no entiendo la diferencia entre un Baobab sacro y uno sencillo.
Despedimos a Yacine al Relais 114 y tomamos un taxi colectivo para el sur.
El primer plano es de ir hasta Ndangane. Pero leemos en la guía que los precios ahí no nos van a convenir.
Entonces Palmarin, que parece menos turística.

Pero en el colectivo sube Babacar, guía de piraguas que nos habla de Djiffer aun mas a sur. Un lugar menos turistico y mas genuino. Las piraguas salen desde ahí.
Y otra vez, cambian los planes, empiezo a entender que eso es Africa.
No encontramos el campamento a 3000cfa, "cambian los planes" y llegamos en un campo paradisiaco entre el océano y el mar ... !




El camino entre Joal y Djiffer nos corta la respiración, me salen recuerdos de los Backwaters indianos del año pasado. Las pistas están rojas, llenas de polvo y siento que cada vez vamos más profundo hacia el corazón de África.
Babacar nos acompaña, vamos a comer pescado y arroz con cacahuetes en un restaurante muy muy local. No hay electricidad, llega por algunas horas a las 19, la calle es animada y acabamos la noche bebiendo agua y hablando con Alejandro, el primer viajero de nuestra edad que encontramos. Un hombre libre y sin miedos.
Aquí estamos, ha empezado la aventura.

15 Diciembre 2015


Empieza la aventura de verdad.
El despertador suena pronto porque es un día largo de viaje.

Elik y Margaux ya están casi listos para su partida y por lo tanto para la bifurcación de nuestros caminos. Ellos vuelven hacía el norte y nosotros nos disponemos a empezar nuestra expedición hacía el sur. Despedidas, besos y un hasta muy pronto. 

Nosotros necesitamos un poco mas de tiempo. Hay algo urgente que hacer, aprovechar los estudios impresionantes de la Ecole de Sables para grabar el baile de la boda de Mire, así que manos a la obra. Risas y tomas falsas porque a las 7 de la mañana las neuronas aun duermen y no somos capaces de recordar los pasos. Cuando uno acierta, el otro no da pie con bola y viceversa. Hecho. Grabado y mandado, no sabemos cuando volveremos a tener internet.

Ahora si, empezamos. 

Caminamos por todo el pueblo de Toubab Dialow con las mochilas y observando como amanece el pueblo y su gente. Sus costumbres de buena mañana, las reuniones de las mamas para cocinar el desayuno en las calles y el matutino revoloteo de los niños que ya nos señalan con el dedo gritando "Toubab" para llamar nuestra atención. Es pronto.

Llegamos al cruce de caminos donde está el mercado y esperamos para el bus que nos llevará a Ndianiao. No llega, asi que cogemos un coche-taxi compartido con locales que nos lleva a la estación mas cercana. 
El mercado es escueto y las muejeres hablan y hablan mientras se organizan y preparan los alimentos sentadas en los mármoles.

Estación y "bus" atrotinado hacia Mbour. Exactamente no es un bus, son furgonetas habilitadas para unos 10 o 20 pasajeros, depende del tamaño del vehículo, que te transportan con los locales de la manera mas económica. 
Al llegar a Mbour cambiamos algo de dinero porque es la ciudad mas cercana con cajeros y bancos en toda la zona, así que toca prepararse los bolsillos. 



El mercado. Tras un pequeño timo empezamos a caminar entre la muchedumbre y Adams, un senegalés con hermana bailarina en Hamburgo, nos explica infinidad de cosas sobre la pesca y el mercado. Los hombres pescan y las mujeres esperan en la orilla ver volver a sus maridos para iniciar el comercio de todo lo recolectado. Sacan las tripas, limpian la arena del pescado, quitan las escamas y el olor es muy muy intenso. Una mezcla de putrefacto y mar, pero no se puede pedir otra cosa. 
En honor a los pescaderos herido en el mar tienen tenderetes donde venden souvenirs marinos y collares de huesos de tiburón para curar el dolor de espalda. Debería comprar cincuenta pero me abstengo de ello.



Nos enseñan diversos tipos de pescados frescos y secos y una vez en el mercado nos explica el uso de cada nuevo producto que nos llama la atención. El mañoc, es el producto estrella por sus propiedades afrodisíacas y presente en toda cocina senegalesa. Tienes que comerlo cada día dicen. El "Camembert senegalés" que se obtiene dejando secar el Yiet o Tuffa tras haber estado en agua con sal para desinfectar, se usa para dar sabor y aromatizar al arroz, y compramos Karité para embadurnarnos el pelo y que crezca mas rápido y se nutra. El chico de la tienda hasta se lo come por el bien de su hígado según dice, pero el olor es tan particular que no soy capaz de echármelo a la boca. En el pelo y basta.

Invitamos a Adams a tomar una cola como el quiere y nos dice algo que se nos queda en la cabeza: "Bien fait n'est jamais perdu" y "Rencontrer qualqu'n c'est pense â demain" y me hace pensar que a veces en Europa nos olvidamos de estas cosas.

Volvemos a la estación central. Empieza el juego de regateo por evitar precios de toubab y tras insistir conseguimos el mismo precio que todo el resto de bus. 
Una vez en Joal, compartimos taxi con un luchador y con Sidoni, una mujer super elegante, casada con un francés y que ha vivido 32 años en Avinyó. Ahora, a sus 73 años que no aparenta en absoluto, es tiempo de volver a sus raíces. Es católica a muerte y en Francia trabajaba con las monjas, quizás por eso en la pantalla de su teléfono movil tiene la estampa de una virgen. Sin darnos cuenta paga nuestro corto recorrido y al bajarse nos informa de ello. Aquí la "taranga", la hospitalidad senegalesa, es importante y te dan prueba de ello.

Dejamos mochilas en el hostal donde nos recibe un pelicano bailarin, Peli, con su dueño Yasin, que de un brinco cambia sabanas y nos prepara una habitación.







 

11 diciembre 2015


Senegal.
El aeropuerto ya me recibe con multitudes. El avión aterriza a las dos de la mañana dejando atrás diecisiete horas de viaje desde Berlin con escala incluida en Lisboa.
Ya me gusta. Estoy cansada porque debido a la excitación que siempre me acompaña en los viajes no he podido dormir. Por fin Africa.

A mi salida me espera un coche y Pap, el conductor. Tras cruzar un largo túnel con millones de personas a cada lado sosteniendo carteles con nombres y esperando a familiares y amigos. Veo una cara que me sonrie y al bajar la mirada a su cartel veo escrito mi nombre en letras grandes: ELIA. No hay mas blancos a mi alrededor, así que ha sido muy fácil reconocerme. Le sonrio de vuelta y nos juntamos al final del tunel para emprender la continuación del viaje, aun faltan casi dos horas mas. 

Empieza Africa y el trayecto hacia Toubab Dialow. Las calles están destartaladas y hay algo que me hace pensar en India y por lo tanto ya conecto con el país. Me va a gustar, ya lo sé. El coche está aun mas destartalado que las calles, y eso ya es difícil, y con la velocidad pienso que a la que me descuide voy a salir volando. Casi.
Pap es majo, va a ritmo africano y eso me activa el pensamiento de: "¡cambio de revoluciones!". Así es, aquí no hay prisas, no hay horarios, y no planes.. Todo es sobre la marcha y es lo que mas me apasiona cuando viajo. Paramos a poner gasolina... A comprar bananas y a saludar a unos amigos de Pap para comprar cigarrillos. Hecho, ahora si que vamos.

Llego a l'Ecole de Sables y me reuno con Hervé que espera fuera haciendo señales con su linterna. No se ve ni un pimiento. 

La mañana siguiente me despierto tarde y me reuno con los chicos para comer. Descubro el lugar, nos bañamos los cuatro en el mar y me pego unos buenos estiramientos mientras Elik, Margaux y Hervé trabajan en su proyecto. 




La escuela está vacía y la compañía de danza no trabaja hasta febrero pero los estudios de danza con vistas a la sabana son maravillosos. El lugar está dirigido por Germaine Acogny, la hija espiritual de Maurice Bejart. 



Ahí pasamos tres días hasta que los chicos terminan los ensayos. Exploro la zona, vamos a un concierto en el pueblo, rodamos videos con el material de danza en un hotel abandonado, tomamos cerveza en la playa, y nos pegamos una cena de despedida en Popenguine. Fin de la primera fase de creación. Ahora si que empieza lo bueno... Allá vamos!