viernes, 28 de febrero de 2014

La despedida


Últimas horas en India y la aventura no podia acabar de otra manera que al más puro estilo Indian Style. En la grabación de un anuncio de televisión para un nuevo telefono movil, "Symphony Mobile" donde representaba a la "western turist" en un rodaje solo de indios. 

Me plantaron un sombrero, un fular y unos collares y me dejarin sumergirme entre las camaras, los gritos de "ACTION!!" y todo el set de rodaje. Estaba claro, despues de tres meses fantasticos la despedida de este país no podía ser mejor. Es cierto aquello que dicen en las guías de Mumbai, tan solo caminas por las calles de Kolaba y de repente te ofrecen trabajar en una pelicula, serie o anuncio. Así me ocurrió a mi, iba distraída mirando por todos lados y de repente un chico me paró, me enseño su targeta y me propuso formar parte del equipo a la mañana siguiente. Me aseguré de que el rodaje finalizaría a tiempo para llegar a tiempo al aeropuerto y no lo dudé! 1,2,3... RODANDO!

Divertido. Al acabar una moto destino a Kolaba.

En mi último paseo en moto por todo Bombay un nudo se me atravesó en la garganta, las lágrimas me cayeron por la mejilla sin que el conductor se enterara y dejando que la velocidad del viento las secara rápidamente sin dejar rastro. Era mi despedida en secreto.

Unas horas más. Últimas compras, últimas caminatas y un último chai.

Una cena con Ellen, la belga, y Amjad, el chico de la agencia de rodaje, y una sobremesa con los dos fichajes de ultimo minuto, los dos chicos argentinos que sin conocerlos mucho parecía que los conocía de hacía tiempo.

Último regateo, no podía faltar. Para el taxi, con policía incluido en la escena, y un "amigo" ofreciendo su moto. 

Un destino: el aeropuerto. 

Ahora sentada en el aeropuerto esperando el avión de vuelta a casa, millones de imagenes invaden mi cabeza y una sensación extraña recorre mi cuerpo. Se ha acabado, y la tristeza y la alegría se mezclan confundiendo mis sentidos.

En otro momento un vistazo fotografico en la pantalla de la camara me hubiera resumido instantes inolvidables, pero debido a su ausencia, el resumen es más intenso y más real, solo ocurre en mi cabeza y solo deseo que mi memoria traicionera esta vez no me falle y me permita recordar cada pequeño instante, cada detalle y cada anecdota durante mucho tiempo.

Si de algo estoy segura después de estos tres maravillosos meses es de que lo que hace increíble un lugar no es únicamente su belleza, sino la gente que encuentras por el camino y con la que tienes la suerte de compartir momentos, experiencias y paisajes. Esas personas son las que hacen especiales rincones que quizás no lo son tanto y allí donde te encuentras. Esa es la mágia. 
Ya puedes estar ante la mejor playa, la mejor montaña o la mejor ciudad, que si la compañía no es buena el lugar jamás será especial.

El otro día me preguntaron con que me quedaba de los tres meses en la India y tras vacilar un segundo contesté: "Con la gente", y ahora cuando lo vuelvo a pensar no hay duda.

Me siento afortunada, porque cada una de las personas con las que he tenido la suerte de compartir estos días durante tres meses y este sueño, han hecho que el viaje aun fuera mejor de lo esperado. 

A todos, GRACIAS. 

Gracias por hacer de India una maravilla. 

Contenta por ver pronto a todos lo míos, o por lo menos a gran parte de ellos, no puedo evitar aun así que me caigan unas lagrimas por ver que el viaje que tanto ansiaba ha llegado a su fin. Se acaba, y en unas horas me encontraré pisando tierras catalanas y recibiendo achuchones que he echado en falta y he imaginado en más de una ocasión. 

Dejo atrás una de las mejores experiencias donde he disfrutado, he echado de menos, he reído y llorado, me he puesto las botas, he saboreado, he aprendido y compartido, he descubierto y me han descubierto, he dudado y también me he lanzado a la piscina, me he callado y hablado mucho a la vez, he jugado y escuchado, me han enseñado sin saber que enseñaban, he recibido mucho cariño y he intentado darlo también, besos, abrazos y despedidas, muchos trenes, autobuses y quilómetros. He recibido mensajes, vídeos, llamadas y noticias que me han emocionado en la distancia, he aprendido a llevar anillo, me han hecho tía y madrina desde la otra punta del mundo, he pensado en mucha gente, he intentado entenderme mejor a mi misma, he estudiado a tope y he meditado por primera vez, he dormido poco, me han dicho cosas preciosas que me han tocado el corazón, he vivido momentos que los tendré siempre en mi recuerdo, he visto que todo lo importante te cabe en una mochila, que el dinero no es lo importante, he decubierto nuevos sueños y nuevas rutas que me muero por explorar. Me he reafirmado en pensar que si deseas algo debes ir a por ello porque es lo que de verdad nos da la felicidad y que no importa donde este nuestra meta si esa es la meta que nos hace sonreír. He aprendido que me he preocupado mucho por lo que no debía y que muchas veces no he sabido disfrutar del presente cuando es lo único que importa. El futuro no lo conoces y el pasado ya esta pasado. He visto que solo tu decides estar bien o estar mal y que es simplemente una cuestión de elección y actitud. Sigo pensando que viajar sola es una experiencia que todo el mundo debería experimentar porque no hay palabras para describirlo y para mi no ha sido suficiente. Quiero intentar vivir con menos porque tenemos demasiado. Me he enfadado conmigo misma por mis reacciones pero ahora entiendo más cosas. Me sigue molestando como funciona parte del mundo. Sé que abrán nuevos viajes y lo que más me gusta es saber que el dinero no es un freno para hacerlo, solo hay que querer hacerlo. Mucha gente me ha cuidado y es curioso como la intensidad hace que los vínculos se creen rápido y fuerte. 

Con ganas de bailar de nuevo y sabiendo que me esperan nuevos destinos ya conocidos donde reencontrarme con tesoros que hace tiempo que no veo, mi cabeza ya planea nuevos viajes y aventuras. Me quedo con ganas de más.
Con ganas de más colores, más sabores, más lugares, más personas y más aventuras. 

Anantapur y la Fundación Vicençs Ferrer

Mi llegada fue un poco turbulenta, no por la cantidad de horas de viaje, que también, sinó por lo ocurrido en el trayecto. 

Abandoné Kodaikanal en un bus de 12 horas, en el cual tuve la sensación de que me iba al otro barrio por la temeraria condución del indio al mando del volante. Me llevó hasta Bangalore, una de las grandes y caóticas ciudades de la India, y allí tras otro autobús local y una caminata llegué hasta la estación de trenes donde para variar la información que me habían dado en la agencia de viajes no coincidia con la realidad. No habían trenes cada hora hacia Anantapur, así que tras hacer colas interminables para reservar los billetes de tren, mandarme a 3 taquillas distintas como una pelota de pinball sin que nadie me hiciera mucho caso y deambular por la ciudad 8 horas, me monté en el tren. Hasta ahí todo bien.

Una vez en La Fundació Vincenç Ferrer me otorgaron una bonita y limpia habitación de cinco camas y agua caliente para mi sola. Un lujo en Índia, la mejor habitación con diferencia en tres meses. La primera vez en tener agua caliente en una ducha 24 horas al día, por fin una ducha caliente antes de dormir. MARAVILLA.

El lugar era enorme, la cena rica y yo hambrienta. Nada más en la cola para elegir comida conocí al Oriol, un catalán que enseguida me empezó a hablar. Le pregunté si me podía sentar con él para cenar y con una sonrisa me ofreció un sitio y me presentó a toda su tropa de amigos sentados también en la mesa. Todos geniales. Quim, Joan, Gonzalo y Romà, este ultimo el fundador de bicicletas sin fronteras. Por eso se encontrabam allí, habían recorrido durante 15 días la India en bici y habían regalado bicicletas a los niños de algunos poblados, un bonito proyecto cargado de generosidad. Ya se iban esa misma noche de vuelta a casa. 

Terminamos la cena y ahí empezó la catástrofe. Me dirigí a la habitación para coger la camara y descargar las fotos y ahí estaba la sorpresa. La sorpresa de que no había camara. Casi me muero en el instante, casi caigo desplomada de cabeza al suelo. No por la camara, sino por todas las fotos y todos los recuerdos. No lloré, pero todos los que me conoceis sabeis que estuve a punto. Me salvaron de ello el maravilloso grupo de catalanes que ante mi vuelta al comedor con la cara descompuesta me hicieron reir toda la noche. No me digais que pasó porque no lo sé, durante el trayecto en autobus o en el tren desapareció y ni quiero saber si me la robaron o si me la dejé, porque ahora eso ya no importa.

Era el momento de poner en practica la teoria del intensivo mes en el ashram. Lo más importante, el desapego. Pues toma niña a ver como gestionas esto, empieza a trabajar tu desapego. 

Ahí empezó el analisis de mi ejercito catalan de salvamiento, tres de ellos terapeutas. Entre carcajadas las preguntas salían a flote:
- ¿porque son tan importantes esas fotos?"
- Porque son recuerdos de momentos especiales y de un viaje especial
- Si pero esas vivencias las tienes tu dentro, ¿no? ¿Porque necesitas las fotos? 
- De recuerdo, me gustan las fotos

A partir de ahí se desencadenaron más cuestiones a las que al final no tuve reapuesta. Fue interesante.

La cuestión, ni una foto del magnifico mes en India, BINGO ELIA! Otra más de las tuyas. Tengo un don.

Por suerte todo esto quedo en un segundo plano cuando, ya sin los encantadores catalanes, empezé a descubrir todo el gran trabajo que hace la Fundació Vicens Ferrer. Para sacarse el sombrero. Quede impresionada ante la magnitud de los proyectoa y la cantidad de ellos. Parece imposible que alguien haya construido tanto con tan solo la ilusión, las ganas y el empeño de ayudar a otros. Como Vicens dice " La pobreza y el sufrimieto no existen para ser entendidos, sino para ser resueltos", y el predica con lo que dice. Empezó de cero, sin una moneda en el bolsillony ahora ayuda a miles de personas en Andra Pradresh, uno de los estados más pobres de India y con menos recursos a causa de su sequía. Todo empezó en un bar, cuando se sentó a comer y le sirvieron la comida y en la mesa de al lado no había ni pan. ¿Como podía ser? Ante esta observación que hoy en día muchos ya no nos hacemos debido a la cotidianidad de la situación, él tomó cartas en el asunto y se empezó a mover junto con un grupo de cuatro personas que creyeron en el proyecto. Ahora la organización a crecido significativamente, señal de que las cosas se hacen bien. 

En este estado lo tienen como un Dios y hasta le rezan. Lo entiendo. Supongo que cuando ves una vida sin salida y de pronto alguien te abre una ventana, ni tan solo una puerta, eso es gloria bendita.

Lo que más me gustó, el trabajo que hacen en diferentes ambitos, no para darlea dinero, sino para enseñarles a valerse por si mismos y crecer personalmente a la vez que se desarrolla la economia de cada pequeña familia. Hay de todo, escuelas para niños sordos, paralisis cerebral entre otros, hospitales gratuitos sin diferencia de castas, oportunidad para que mujeres creen sus propios negocios y aprendan a ahorrar, dar las mismas oportunidades a la casta de los intocables, enseñar nuevas formas de trabajar la tierra con agricultura ecologica y biosostenible, construcción de casa y apadrinamientos de niños,... Un sin fin de ayudas. 
Una vida dedicada a ayudar a los demássi cada uno de nosotros tomaramos consciencia de ello, las cosas serían distintas.

Me emocioné y lloré. 

Y me dí cuenta que muchas veces nos quejamos sin motivo. Lo tenemos todo, o por lo menos lo mas importante, aun en la peor de las situaciones. Y aquí en India, la gente sonríe aunque sea lo único que pueda ofrecer.

En esos dos días me junté con una familia más que encantadora, formada por Magda y Xavier y su hijo Moises. Me gustaba escuchar al padre de familia explicar aventuras y a su hijo decir que en casa la que hablaba era la madre. Me gustaba estar cerca de Magda y oir como Xavier se dirigía a mi como "la nena". El hijo, vecino de tierras del Maresme y viajante desde temprana edad, faceta adoptada sin duda por sus trepidantes padres que pisaron India por primera vez hacía trenta años. Me hubiera gustado poderlo hacer a mi también en aquellos años, pero me conformé con oir las descripciones de personas que lo vivieron de primera mano. Es una familia que desprende arte, sabiduría y buena energía, y ya tengo ganas de un encuentro en Granollers y ver el trabajo en vivo de Xavier, un artista de pies a cabeza.

La última sorpresa antes de abandonar ese lugar fue cuando unas horas antes me encontré en la misma Fundación con David. Un maño que conocí en mi primera semana en India y que de repente reencontraba en mis ultimos días. La vida a veces es una simple cadena formada de circulos que se van cerrando.

jueves, 27 de febrero de 2014

Kodaikanal, las montañas

Cierro los ojos, quieta, y me quedo en silencio. Beirut suena en mis oídos y me doy cuenta que Kodaikanal se ha convertido en otro de esos lugares especiales de este viaje. Llegué para quedarme 3 días y me quedé una semana. Me hubiera quedado aun más.

Montaña, mucha niebla, jerséis de lana, hogueras, caminatas, paseo en bicicleta por el lago, una entrevista en la radio local, lluvia, conversaciones de tu a tu, cascadas, complicidad, un café de los buenos, divertidas partidas interminables de cartas, bisontes masivos durante el día y a media noche al retirarnos a nuestros aposentos con susto y carrera incluida, excursiones en busca de setas, noche despejada y estrellada, despedidas y encuentros, y la mejor compañía.

Llegamos el domingo de noche, nos instalamos en un dormitorio compartido del Youth Hostel, y nos tapamos con saco y manta encima. Menudo frío. Allí conocimos a parte del equipo con los que pasé los primeros días. El primer día investigamos Kodai, fuimos los tres a encontrarnos con Kailasam que nos hizo una encerrona de entrevista sorpresa en su radio, y paseamos en bicicleta. Al volver al Hostel dos chicas se nos unieron al equipo, Kami y Amanada. 

Llegó el martes y amaneció tapado, cubierto de niebla y hasta con lluvia. Queríamos ir hasta Vattakanal, un pequeño pueblo creado solo de casitas y habitado, básicamente, por medio Israel. Tomamos un dilatado desayuno esperando que la lluvia se cansara y al dejar de llover nos pusimos manos a la obra. El camino de Kodaikanal a Vattakanal me encantó, montaña pura. Tenía ganas.

Al llegar, nos encontramos al desaparecido Daniel y nos invitó, más tarde, a pasar la tarde-noche con él y otros amigos a la luz de la hoguera. No fuimos, los chicos no quisieron y era su última noche en Kodaikanal, así que yo tampoco fui. Quería estar con ellos. Hicimos nuestra propia hoguera,  volvió a llover a tope y la hoguera resistió el agua. Amanada se fue esa misma tarde y los chicos se pusieron rumbo a Gokarna a la mañana siguiente. 
Me quedé con Kami y el día estaba despejado, así que era día de trecking hasta el Pilar Rocks. Se nos unió otro francés, Josse, el mensajero. 

Caminamos mucho y al final el cansancio y el hambre hacían huella en nuestras caras, tocaba reponer energía. Daniel me volvió a decir de ir a Vattakanal y esta vez si aparecí. Yo y todo el dormitorio del hostel.  Nos íbamos de excursión. Llegamos tarde por mi culpa, como no, y claro, Daniel ya no se encontraba en el punto de encuentro, un kiosco-tiendecita, donde habíamos quedado. Era una hora tarde. 
Bien, ahí empezaba la aventura: MISION BUSQUEDA. 

¿Que había? Nada. Solo oscuridad, muchas casas y mi tozudez. No sabía por donde empezar a buscar pero sabía que lo encontraría.
 A esas horas era un poco difícil pero empecé a preguntar a algunas personas. Solo obtuve negativas y después de mirar en el interior de las casas a través de las ventanas por si lo veía y tampoco obtener resultado, decidimos abandonar e ir a cenar al único bar al final de la calle.
De camino nos dimos cuenta que habíamos estado buscando en el sitio erróneo, encontramos un segundo kiosco y era ese el correcto. Con tanta oscuridad me parecía todo igual y me había equivocado.

Los chicos ya estaban hambrientos pero tenía un buen presentimiento y no fallé! Subí a mirar, y en una de las casas me encontré con Nir, un simpatiquísimo israelí que después de unas risas y hablar un poco me llevó hasta la puerta de la casa donde encontraba Daniel. Por fin! Me entró la risa por la situación, Daniel flipó y me fui a cenar, nos veíamos después.
El arroz incomible se quedo en los platos y nos reencontramos para la hoguera. Allí conocimos a Mitch y Max dos londinenses que te los llevarías a casa. Dulces, simpáticos y graciosos.

Al día siguiente temprano se iban todos de excursión en coche a un pueblo. Me apunté con ellos. Kami se iba la misma mañana y los suecos no quisieron apuntarse. Fue genial. Todos apretujados montados en una "furgo" y venga, en marcha!! Me presentaron a Chen y Margo, unos tesoros, con los que compartí más días después. El pueblo al que íbamos era famoso porque es donde crecen las mejores setas en la India segú dicen, pero las setas comunes sino de las divertidas. Llegamos al pequeño pueblo y nos fuimos al lago. Me gustaba mirar a los chicos, estaban guapos, se partían de risa y tenían una sonrisa permanente, a mi se me pegaba.
Margo me explicó su historia de amor y se le iluminaban los ojos al contarla. Ella, holandesa, se conoció con Chen en la jungla de Bolivía y él tras su viaje de un año por latinoamerica, se dio cuenta de que era su chica y fue a por ella. Tres años de distancia los mantuvieron con idas y venidas, pero desde hacía 5 meses vivían los dos juntos en Israel y se podía ver en su cara lo contenta que estaba. Ella tenía ganas de un cambio en su vida y decidió dejarlo todo e irse con él. Me contó que no era fácil, el cambio de país, idioma, religión y gente, pero que poder estar al lado de Chen lo compensaba todo y que tenía la suerte de tener allí a una familia, la de él, maravillosa. Le brillaba el alma al decirlo y mi interior se hizo pequeño.

Durante el viaje en coche con nuestro guía Rami, vimos de todo. Arboles cortando la carretera, bisontes, ardillas gigantes y hasta un jeep volcado con sangre por las puertas como si formara parte de película de miedo. De vuelta me quedé en Vattakanal con la tropa y cené con Mitch y Max. La pareja de ingleses se iban, a mi pesar, al día siguiente temprano. Yo a partir de ese día me quedé en Vattakanal sin ni tan solo decidirlo y Chen, Margo y Daniel me adoptaron con ellos y fue fantástico. Me encantó.

Nos costó ponernos en marcha al día siguiente y no hicimos gran cosa. Bajamos al pueblo, compramos billetes de autobús, fuimos al mercado, nos tomamos un café y unos dulces caseros y cocinamos.

Ya era viernes y al día siguiente nos íbamos todos.

Llegó el último día y fuimos a la cascada por un camino salvaje. En la cascada hubieron pocas palabras al principio. Estaba nublado pero era bonito. Jugamos nuestras ultimas partidas en equipos al Durag, y de vuelta a casa nos detuvimos. Un hombre tocaba la flauta travesera entre medio de aquella vegetación y otro escuchaba sentado en un largo tronco de árbol que cruzaba aquella parte del bosque. La melodía resonaba sutil y el intérprete estaba completamente sumergido en sus notas.
Vimos una película y nos dirigimos a los autobuses. Se bifurcaban nuestros caminos. Ellos tres continuaban juntos hacía Chennai y yo partía hacía Anantapur.
Me dio pena, ya los echaba de menos al decirles adiós.  

domingo, 23 de febrero de 2014

Ooty

Miércoles, nueve de la mañana y con un buen desayuno en el estomago a base de chai y masala dosa esperamos el primer autobús. Una despedida fugaz por culpa de las prisas nos separa de Daniel, que se dirige a Kodaikanal, y el resto del equipo formado por Francesca, David, Dan, Victor y yo nos preparamos para un nuevo destino, Ooty.

Se encuentra en el estado de Tamil Nadu, y es un pueblo al que se llega en un bonito viaje en tren de vapor de los de antaño por una vía estrecha declarado Patrimonio Mundial de la Unesco desde 2005, el cual cada hora de trayecto se detiene a reponer agua provocando que los pocos quilómetros que separan una ciudad de la otra se conviertan en 6 horas de viaje.
Eso si, vale la pena. Es un viaje de esos que no se olvidan por la preciosidad de sus paisajes y por la sensación de viajar en el tiempo encima de un tren empujado por su máquina de vapor atravesando bosques, cascadas, plantaciones de té y puentes pintorescos. 

Hicimos noche en Mettupalayam, una pequeña ciudad de paso para todos aquellos que quieren coger el atractivo tren debido a que solo sale uno al día a las 7 de la mañana. 
Dormimos los cinco en una misma habitación a lo "territorio comanche" con una cama y tres colchones en el suelo colocados estratégicamente mejor que en cualquier partida de Tetris. Ese era el objetivo, dormir todos juntos.
 Después de recados varios, y una cena increíble en un restaurante local, en el cual me colé en la cocina, nos perdimos por las calles y acabamos descubriendo mercados de verduras nocturnos donde la máxima atracción eran nuestras pieles blancas y pelos claros en comparación al negro azabache, precioso por cierto, de todos ellos. 
Acabamos también rodeados de niños y adultos que celebraban una sencilla boda y donde nos tocaban apretándonos alguna parte del cuerpo como símbolo de buena suerte. 

Dormimos y a la mañana siguiente partimos con el tren. Llegamos a Ooty y nos instalamos de nuevo en una habitación para 5 que resultó ser, más tarde, tremenda por la peste de su lavabo. Nos perdimos por un mercado lleno de vida, descubrimos la ciudad y entramos en un templo mientras hacían el recuento de todo el dinero donado. Jugamos al Risk casero de Victor, el chico de los juegos para mi suerte, y hicimos hasta una sesión completa de abs para ponernos cachas. 

A la mañana nos mudamos de hostal, solo Dan, Victor y yo, ya que nuestros dos italianos partían esa misma noche hacía mi preferida Hampi. Nos quedabamos los tres mosqueteros y cambiamos las pestes de un baño por los cantos a todo volumen de la iglesia católica y todos sus adeptos. No se que era peor, y aunque Dan intento no tirarse de los pelos poniéndose tapones en las orejas y enrroscándose un jersey en la cabeza, no hubo manera d evitar la voz desafinando y decidimos que era mucho peor el baño. Así que aunque aquellas misas parecieran discusiones más que otra cosa, decidimos quedarnos porque el sitio era bonito y barato.

Pasamos el día de caminata, llegamos hasta un mirador que resultó no tener vistas debido a la intensa niebla que las cubría, pero disfrutamos de caminar entre naturaleza. 

Al volver a la ciudad disfrutamos de un té, compramos cositas varias y me depilé en casa de una mujer india y mis pelos de mona chita desaparecieron para la suerte de mis propias retinas. Definitivamente la vida de hippie peluda sin depilar en mi encuentra un límite.
 Cenamos los cinco juntos y nos atiborramos de una especie de all i oli indio y otra salda verde con menta que estaban para morirse. Acompañamos a Francesca y David a su autobús nocturno dirección Bangalore y nos despedimos en medio de la estación. Penita de que se fueran.

Me quedé sola con mis dos maridos ficticios. Al día siguiente nos fuimos a Connoor y paseamos por un jardín medio bosque donde montamos en un barco de pedales. Descubrimos el encanto del pueblo con casas de colores y probé por primera vez la fruta Jackfruit. Exquisita, y nos arrepentimos de no haber comprado la inmensa fruta entera porque estaba buenísima y no encontramos mas por ningún lado. Volvimos a Ooty viciándonos al juego "4pictures 1word" durante el trayecto y decidimos que ya había habido Ooty suficiente. Ellos se iban hacía Gokarna, al calor y las playas, y yo, tras mi pequeña decepción con Ooty por lo que se refiere a las montañas y los treckings, decidí probar suerte en Kodaikanal. 

Llamé a Daniel y me dijo que el lugar era genial, que valía la pena si se tenía ganas de naturaleza. Decidido, me iba para allí a la mañana siguiente. 
Se lo comunique a los otros dos mosqueteros y decidieron que se venían conmigo. Perfecto!! 

A las nueve de la mañana del siguiente día montábamos en el primer autobús sin saber que nos esperaba una gincana de ellos y más de 12 horas de viaje hasta llegar al destino final.  En Palanai tuvimos que esperar 4 horas y creo que la gente de ese pueblo no había visto un turista en su vida. Se paraban hasta los coches y las motos para saludarnos y preguntarnos la palabra mágica: "FROM?". 
Normal si ves a un tio rubio total y con casi 2 metros de altura, yo creo que haría lo mismo en su lugar. Para los indios es más o menos como un gigante salido de un cuento de fantasía paseando por sus calles, solo les faltaba el dragón, y quizás ese era mi personaje.
Nos despistamos entre paseos, chais y partidas de cartas y a la hora de subir al autobús después de matar el tiempo dando tumbos, no había ni un asiento libre. Genial, el autobús petado de gente, una calor de infarto, las mochilonas molestado en medio del estrecho pasillo y 4 horas de viaje de pie sin poder moverte de tus 10 cm de margen. Como ir de Barcelona a Zaragoza, ideal para finalizar las doce horas de trayecto. Pero fue divertido. Hablamos un montón los tres en fila india y "mis chicos" me obligaron a estar entre medio de ellos para evitar sobamientos innecesarios. Al final del recorrido en ese mismo bus conocimos a Kailasam, un joven de 32 años periodista de la radio de Kodaikanal que nos invitó a un chai en la parada obligatoria y a encontrarnos con él a la mañana siguiente cerca del lago. Aceptamos, o más bien acepté porque los chicos no entendían ni una palabra de lo que decía nuestro nuevo colegui. Yo era la comunicadora, supongo que entre acentos patateros nos es más fácil entendernos. 

Llegamos a las nueve de la noche, cenamos unas parotas, nuestro vicio, y ante la imposibilidad de contactar con Daniel nos instalamos en el Greenland Youth Hostel un poco caro para ser India pero con unas vistas para morirse. 

Ya estábamos en Kodaikanal, y ya solo el primer contacto era fantástico, olía a montaña.


lunes, 17 de febrero de 2014

Munnar

De camino a Munnar una pequeña princesa de pelo corto y ojos negros fue mi compañera de viaje. Sentada en el regazo de su madre y al principio solo me dedicaba tímidas miradas de reojo con un semblante serio. Le ofrecí uno de mis auriculares para escuchar musica juntas y rapidamente me gané su sonrisa y confianza. Ahí empezaron los juegos. La madre se cambió al asiento de delante para sentarse junto a su marido pero la niña decidió quedarse conmigo todo el trayecto. El joven matrimonio sonreía al observarnos y nosotras dos sin entendernos ni una sola palabra jugamos durante horas en el autobus.

Al subir a este segundo autobus coincidí también con Francesca y David, una pareja de italianos residentes en Berlin majísimos. Llegamos de noche a nuestro destino y me ofrecieron compartir habitación con ellos. Acabamos en una habitación no muy agraciada pero pasable para la primera noche. 
Bajamos al pueblo y comimos deliciosa comida callejera con exquisitas parotas recién hechas por menos de un euro. 
Hacía un frío de mil demonios y el contraste del caluroso clima del que veníamos nos dejó K.O

Al día siguiente pasamos el día descubriendo el poblado y me reencontré con Daniel, el israelí de Hampi. Ilusión cada vez que ves de nuevo a personas con las que has compartido bonitos momentos del viaje. Ya eramos cuatro y pronto nos convertiríamos en seis. Daniel nos presentó a Dan, un dulce inglés, y a Victor, un divertido alemán rubio y alto que todos los indios observan debido al color de su pelo y tamaño, con los que iba a hacer un trecking al final fallido de cuatro días.

Nos convertimos en equipo y las noches de Munnar estuvieron llenas de divertidas noches de juegos. 
Una pareja de rusos muy simpáticos y dos chicos de Estocolmo también nos acompañaron en algunos momentos.

Fra, Da, Daniel y yo hicimos un trecking de 4h con guía por las bonitas plantaciones de té y las montañas de alrededor con desayuno encima de uno de los picos con vistas espectaculares. Una excursión que finalizamos con un autoregalo, nuestro primer masaje ayurvédico. A mi me tocó un chico, muy guapo por cierto, y tras la tensión inicial por encontrarse una en bola picada delante del muchacho, me relajé y salí flotando y embadurnada de aceite de pies a cabeza y nunca mejor dicho, pelo incluido.

Quedamos de nuevo para cenar el equipo al completo y antes de ello Daniel y David me acompañaron a comprar champú y suavizante para el pelo. Ahí empezó la pelicula digna de una nominación a los Oscar. Nos encontrabamos los tres en la tienda, realizé el pago y nos fuimos al punto de encuentro con los demás. De camino busqué mi pequeño monedero para guardar el cambio y no hubo manera. Al inicio pensé que era otro de mis ataques de pánico ante la imposibilidad de encontrar aquello que busco ( aquellos que me conocen bien saben cuantas veces al día creo haber perdido el telefono) pero esta vez tras vaciar la mochila entera en medio de la calle era real, el monedero no estaba. Dentro se encontraba mi targeta de crèdito. 

Me fuí corriendo a la tienda y me puse seria al ver que preguntaba por mi monedero y los trabajadores no me hacían ni puñetero caso. Solo les importaba mi procedencia y mi nombre. Al final, logré que me entendieran a base de señas y gestos y me dijeron que no lo habían encontrado. Imposible, había abandonado la tienda hacía cinco minutos y estaba segura que se había quedado allí. 
Mi cara seria hizo que se dejaran de bromas y para mi sorpresa me mostaron una pantalla de camaras de seguridad. ¡¡En una droguería!! Ahí encontramos el kit de la cuestión, con media tienda amorrada a la pantalla y con Daniel y David a mi lado descubrimos lo ocurrido. Al ir a pagar me dirigieron hacia otro mostador y en ese recorrido se me cayó el monedero al suelo. Un hombrecillo mayor se percató del accidente y esperó como quien no quiere la cosa a que desaparecieramos de la tienda. En ese instante se agachó discretamente y se metió el monedero entre pecho y espada. ¡¡Pillado!! Me entró la risa ante la situación y los chicos de la tienda me dijeron: "tranquila, sabemos quien es" y mientras veíamos las imagenes de nuevo fascinados por la suerte que había tenido de que semejante tienda tuviera cámaras, uno de los dependientes volvió de la calle con mi monedero en las manos. Todo resuelto. 

Esa misma noche decidimos que, a la mañana siguiente, algunos de nostros partiríamos juntos para continuar con las aventuras.

sábado, 15 de febrero de 2014

Los backwaters de Kerala


Me gusta viajar por India en el autobús local y sentarme en uno de los asientos del lado derecho al lado de la ventana. Escucho música mientras el viento me da en la cara sin perder detalle de los distintos paisajes por los que avanzo dependiendo del estado en el que me encuentre. El destartalado transporte va parando cada dos por tres, pero no hay turistas y siempre encuentras a algún indio dispuesto a informarte, ayudarte y entablar conversación. 

Frunzo el ceño, a causa de la falta de gafas de sol perdidas hace ya varias semanas, para evitar que mis retinas revienten y me dirijo hacia Munnar, a las montañas, con solo unas chanclas en la mochila después de que me robaran mis zapatillas de trecking. Todo el viaje cargándolas y llevándolas de paseo por cada rincón de India y ahora cuando más las necesito me las roban. Manda narices. 

Alleppey acaba de quedar atrás con sus maravillosos backwaters y la despedida de Ana y Dani, los itianos amigos de Alice. Pasamos la noche en un "house boat", un barco de los arrozales, cenando comida típica keralí, viendo la puesta de sol rodeados de palmeras y agua y durmiendo los tres juntos en una cama a modo de sandwich por elección propia.

Los Kettuvallans o "casas-barco" se utilizaban tradicionalmente como barcazas de granos para transportar el arroz cosechado en los campos y en algún momento de la historia estos barcos fueron utilizados como vivienda-cuartel por la realeza. 

Fue una experiencia bonita, perfecta para una noche romántica, como otros muchos rincones encontrados en este país, o para compartir con gente aun mas bonita que el paisaje como hice yo esa noche. Tuve suerte.

Nos despertamos temprano para ver salir el sol y desayunamos con el incondicional chai de buen despertar. Nos llevaron de paseo por amplios canales y observamos como los poblados y su gente despertaban a medida que avanzaban las primeras horas del día. Vimos como se preparaban para el nuevo día aseandose o limpiando los cacharos del desayuno en el mismo canal.

Dentro de toda la preciosidad, hubo un descontento general, nos nos llevaron por los pequeños canales por la "Venecia India", como es conocido el lugar, como nos prometieron. Tras un poco de discusión en la agencia a causa del malentendido mutuo nos regalaron otro paseo matutino en canoa por los estrechos canales. Dos en uno por el mismo precio y nosotros mas felices que tres perdices. 
Ese fue el final, Ana y Dani marcharon rumbo a la maravillosa Gokarna y yo me subí al primer autobús destino a las montañas. Me esperaban siete horas de viaje y dos cambios de autobús para amanecer al día siguiente en un nuevo destino.

martes, 11 de febrero de 2014

Hacia Varkala!

Dicen que "las personas que alcanzan el éxito en lo que hacen es porque aman aquello que hacen" y es bonito observar la implicación, la energía y las ganas que deposita cada uno cuando realmente esta interesado en algo, cuando realmente disfruta y cree en aquello que realiza. Lo cierto es que cuando se hace de esta manera los resultados y la motivación son distintas. 

Yo no se si con éxito o sin él pero señores y señoras, ya soy profesora de yoga! Lo único que se es que he vivido y acabado este mes intenso llena de ilusión y de ganas de más y para mi eso ya es un éxito. Descubrir un nuevo motor que, siendo compatible con la danza, me llena y me hace sentir muy bien. Disfrutando con cada una de las primeras clases que ya he dado y sabiendo que es solo el principio de un nuevo camino. Un aprendizaje en el que seguir empapándose, seguir investigando y estudiando y aprendiendo cada día. Me llevo una inmersión preciosa en el mundo de la filosofía del yoga y la meditación, y miles de nuevos conceptos para profundizar con tiempo y con lecturas.

Ha sido un borrachera de información, por la corta duración del curso, pero feliz de ver en el examen final que mucha de esa información ya se ha quedado grabada en la cabeza. Contenta de ver que las páginas del manual del curso que eran un jeroglífico escrito los primeros días al tratar de leerlo, se han convertido en palabras entendibles y cargadas de significado. Un primer paso para alguien totalmente al margen de la espiritualidad y del mundo de la filosofía Vendanta. Tengo ganas de caña así que ¡¡preparaos porque os voy a poner en forma a todos en cuanto vuelva!! Ir calentando motores...

Después de la recta final y un mes de pocas horas de sueño nos dirigimos unos cuantos a Varkala, a pasar unos días en el mar y vernos las caras sin uniformes, sin campanas que marcaran los horarios y sin reglas. Alquilamos un bus para nosotros y en dos horas nos plantamos allí. Fueron unos días bonitos cargados de cenorras en grupo, puestas de sol, días enteros en la playa, bailoteos improvisados a ritmo de rumba, noches de tambores y flautas delante del mar,  noches de pijamas de cuatro en una cama tras la imposibilidad de abrir una de las habitaciones, sonrisas y achuchones, ataques de risa en una clase de yoga en silencio, tardes de frisbi, baños en olas feroces y despedidas. Despedidas de la que ha sido tu familia durante cinco semanas. Un poco mas de un mes en el que compartimos 24 horas diarias los unos con los otros convirtiéndonos en aliados de charlas, chismorreos, estudios, risas, confesiones, pataletas, cotilleos y bonitos momentos. De cada uno me llevo un pedazo, sabiendo que nos veremos pronto por algún rincón del mundo.

De allí, con un calor espantoso, de esos que hacen que se te peguen los pantalones al sentarte más de dos minutos, y tras la desaparición misteriosa de 5000 rupias y mis zapatos de trecking, las tres pispiretas (Alice, Tess y yo) cogimos un tren destino al ashram de Amma en Amrithapuri.  Nos separaba del lugar tan solo una hora de camino y la curiosidad puedo conmigo tras oír hablar tantas cosas de esta mujer. Amma és una de las pocas mujeres Guru en India y su nombre significa "madre".
Se la conoce como "la
Mujer de los abrazos" ya que sus seguidores van ella para que los rodee con su brazos. Sus jornadas son interminables, empieza a abrazar a las 11 de la mañana y no termina hasta las 23h de la noche sin levantarse ni para comer ni para ir al baño. Incansable.
Ha recorrido el mundo abrazando a toda aquellas personas que quieran impregnarse de su amor, energía y fuerza, y millones de fieles y devotos la siguen allí donde va. Es la responsable de la construcción de escuelas, universidades y hospitales por todo el país para dar la oportunidad a los más desfavorecidos por tener un futuro mejor, para acercar la educación y la sanidad a todas las clases sociales a través de los donativos de la gente. El ashram masivo e inundado de personas de todas las partes del mundo y edades es algo curioso de ver. Estos días se encuentra ella en él y la gente está in fire. A mi, me cuesta. Bonito cuando descubres que toda la infraestructura se mantiene con el trabajo desinteresado de toda la gente que lo visita o vive permanentemente en él, todos cocinan, limpian, cortan verduras, sirven comida, hacen actividades, etc. 

Recibí su abrazo el mismo día que llegué al lugar y para ser sinceros no sentí absolutamente nada. Te levantan, te sientan, te empujan la cabeza en su pecho y sin darte cuenta ya estas de pie de nuevo de camino a la salida. Te susurra algo imposible de entender en el oido y te marchas. Por la noche me entregó un mantra siendo la úlima persona a quién abrazó ese día antes de retirarse a descansar. 

Es cierto que cuando le miras a la cara desprende una energía buena, pero para mi eso es todo. Lo respeto porque gracias a estos abrazos y la gran fama conseguida está ayudando a mucha gente necesitada pero ahí me quedo. 

La gente aquí la adora, és como Dios. Te hacen ponerte de pie cuando ella pasa, la gente la toca al pasar por su lado y todo lo que vincule a Amma es sagrado. Fanatismo. La verdad es que me sentía como una marciana. Supongo que hay mucha gente que necesita tener fe en algo o alguien para soportar y aceptar vidas injustas, dolor o incomprensión y por eso lo respeto, pero desde luego no va conmigo. No creo que sea necesario una devoció así para hacer una evolución interna y de uno mismo. 
Tuve la oportunidad de vivir de cerca por primera vez en un lugar así y aproveché para hablar con personas que vivían allí desde meses o años, que seguían a Amma desde mucho tiempo o que la seguían allí donde iba con sus tours. Cada uno de ellos no dejaba de sorprenderme con tanta admiración y a diferencia de ellos yo al llegar al lugar me convertí en un puro vegetal. Me causó el efecto contrario. No se si era por el cansancio acumulado del intenso mes, el asficsiante calor o que llevaba días arrastrando una tos de perro de esas de pecho cargado, pero yo solo quería dormir. Ese lugar me dió somnolencia y durante tres días sentí lo que siente alguien que padece narcolepsia. Me dormía hasta de pie y no quería hacer. Ada, no me reconoceríais. Así que aunque tenía pensado irme al día siguiente me quedé en el lugar tres noches hasta recuperarme. No me sentó muy bien el lugar vaya.. Tanta energía que me chupó la mía pero me sirvió para observar.

Hicimos una meditación con ella y luego presencié un sesión de cantos con ella como líder y ahí si que me confirmé de que yo no estaba hecha para este tipo de "circos". Todos sentados imitando al unisiono cada uno de los sonidos y gestos que la guru realizaba y yo paralizada, no podía mover ni las pestañas ante tal cuadro. 

Esa misma noche llegaron al ashram dos amigos italianos de Alice muy salados que iban hacia Alleppey como yo, así que al día siguiente desaparecimos del lugar los tres juntos dirección al nuevo destino huyendo de semejante fanatísmo. Ahí dejé a Alice contra mi voluntad, pero su rodilla volvía a dar guerra y prefirió quedarse para hacer reposo hasta mejorar. Una lástima.

Nos intercambiamos una semilla en forma de colgante del árbol sagrado de la Índia donde dicen que se apreció Buddha, el Rudraksha, y nos dijimos una hasta ahora para encontrarnos de nuevo en otro punto del viaje.