domingo, 26 de enero de 2014

Los días vuelan

Los días en el ashram van pasando y cada día me siento un poco más cómoda, más a gusto y menos extraña. 

Ya ha pasado casi un mes de horarios inhumanos, donde no hay tiempo ni para lavarse los dientes, y comidas y recetas completamente vegetarianas deliciosas. Estoy aprendiendo muchisimo y tengo ganas de más. Me siento como en los años del "Insitut del Teatre" donde las horas nunca eran suficientes y siempre habían esas ganas de más, de querer saberlo todo. Además pasamos 24h con la misma gente y en el mismo lugar y esto hace que haya un ambiente lleno de energía y complicidad. Somos 250 alumnos del TTC, una barbaridad pero tiene también su lado positivo. Hay representación de más de 20 países diferente y distintos continentes y eso enriquece a cualquiera. 

Me encanta la asignatura de filosofía y el profesor, de New York, un coco que además desprende una energía que hace sentir bien a cualquiera. En la clase de asanas tengo la suerte de tener como profe a Mani, un profesor muy conocido en India y que trabaja por todo el mundo y que es simplemente, UN CRACK. De esos que además de ser simpático és también buenísimo en lo que hace. Nos mete unos tutes para el cuerpo de infarto con sus clases avanzadas de BBC, "Breaking Bone Class" como el las ha bautizado, pero a mi me gusta. Dos meses con él, y sus clases, y eres Superman. Tiene una metodogía exquisita y me gusta porque entiende y hablar del yoga, desde una postura normal, práctica y sincera. Nos transmite valores éticos y espirituales, pero desde una prespectiva del día a día con una vida normal. Real. Y nos insiste en que el yoga no es solo realizar posturas imposibles, aborda mucho más.

Ya he dado mis dos primeras clases como profe y he disfrutado como una enana. Como no, mi mente ya ha empezado a maquinar, a hacer planes, ideas y posibles aventuras para un futuro próximo. 

Entre todo esto, una serpiente mordió a un alumno en medio del ashram ( al lado de mi habitación para mas inrri), vino Sara (la polaca de Hampi) a verme al ashram y se quedó unos días, ha llovido a cantaros, hemos presenciado Pujas (rituales religiosos) llenos de color y fuego, y hemos tenido clase de kriyas (ejercicios de limpieza fisíca). Tengo que decir que me he atrevido a probarlo todo, hasta lo de meterme la "cuerdecita" por la nariz y la boca. Hace impresión, para que mentir pero al hacerlo te das cuenta que no es para tanto, es más lo que parece que lo que és. Todos estos ejercicos te limpian un montón, tanto que 45 min después de acabar me salió una llorera de esas que te hacen sacar toda la mierda. 

En el Kirtan (los cantos) he decido que es mejor unirse al enemigo que batallar contra él, así que decidí hacerme con una pandereta y cantar. Tengo una canción preferida, la dedicada a Ganesha, el elefante. Es la primera que se canta cada día, mañana y noche, y anima a cualquiera. Así que si me vierais ahora pensaríais que soy toda una aficionada, pero la realidad es que eliminaría la mitad de los cantos, pero lo doy todo. 

La gente es encantadora, me lo paso de maravilla y con el paso de los días ya se han creado afinidades y grupitos, romances y cotilleos. Como no, nos hemos juntado el grupito de las brujillas y me río mucho. Entre ellas está Tess, mi preferida. La conocí la primera semana cenando cuando me entró arrebato de parloteo. Me miró y ya nos reímos y saltandome la norma le empezé a hablar cuchicheando para no ser oidas. No podía estar más tiempo callada! Entre las clases y los cantos se me acumulan demasiadas palabras que esperan una chispa para explotar y salir. Con Tess conectamos al momento a base de intentar silenciar carcajadas imposibles. Aquí para colmo mio no nos dejan hablar ni comiendo ni cenando , y claro al final una tiene un limite y o habla o revienta. Así que antes de rebentar, hablo. El único momento que podemos sociabilizar y me hacen callar. No lo logro ni un solo día, siempre se sienta a mi lado alguien que me da cuerda rápidamente. O quizás me la doy yo sola, no lo se.
Con Tess solo hace falta una mirada picara y ya está todo dicho. Siempre nos buscamos, aunque estemos de punta a punta de la clase. Está obsesionada en cebarme a comer en cuanto salgamos del ashram. És australiana y divertida hasta decir basta.

Por otro lado, por fin he encontrado a alguien igual de desastre que yo, o más bien a alguien que le ocurren tantas cosas como a mi en un solo día. Nos hemos juntado el hambre con las ganas de comer y hasta la gente nos pregunta si somos hermanas. No, somos Pili y Mili, pero no hermanas. Me refiero a Alice, la italiana. Ya nos ha pasado de todo, aunque creo que a ella más. En solo la primera semana ya se le rompió la bolsa y tuvo que hacer un apaño con el hilo de macramé de las pulseras y un clip de pelo a modo de aguja ( igual que yo una semana mas tarde), se le partió la tapa del libro por la mitad al segundo día y se le explotó un boli en medio de clase en toda la ropa blanca, libro, cara y bolsa. Toda azul. Yo, pierdo mis chanclas mil veces al día y soy capaz de andar descalza toda la jornada ante mi incapacidad por encontrarlas y recordar donde las dejé por última vez. Mi memoria de mosquito y la falta de tiempo para buscarlas no son de gran ayuda. Ella, se olvida constantemente de apuntarse en la lista de asistencia al inicio de las clases y yo, tengo la suerte que cuando me olvido el chico encargado, Kan, viene en mi busca y me dice: " Ya sabía que andabas por aquí, que te has olvidado Elia". Ya ha "clichado" mi despiste y me salva de la falta. Por las mañanas siempre corremos y no hay día que una no tenga que despertar a la otra. Así que así andamos, lidiando con nuestras memorias y cabezas locas...

Los viernes es nuestro día libre y escapamos siempre en busca de aire y vistas nuevas. A la playa normalmente, o Kovalam o Varkala. Este viernes Mili me vino a ver y nos reencontramos antes de que partiera a Africa en tres días. Me hizo una ilusión enorme que viniera hasta allí a pasar el día juntas y ponernos al día de cada detalle y aventura.

Los sábados es la noche de "Talent Show" y bueno con el titulo os podeis imaginar... Hay de todo. Pero es bonito ver que todos participan. Ayer participé yo, bailé junto con Babu que tocaba el sitar y Sham que tocaba la flauta de bambú. Hicimos una improvisación los tres juntos y nos lo pasamos de maravilla. No estaba muy segura de hacerlo, pero tras mil preguntas sobre que era la danza contemporania, pensé que era bonito compartirlo con la gente y mostrar otro estilo de danza nuevo para ellos. Les encantó, y yo disfruté muchisimo de bailar de nuevo, que ganas tenía. Además me fue bien para coger fuerzas para la última semana. 

En siete días, si todo va bien y apruebo el examen, estaré a estas mismas horas disfrutando de la brisa del mar y el diploma en la mano. Un grupito hemos decidido pasar unos días juntos en la playa al acabar el curso.

De mientras aprovecho las úlimas clases y me empapo, porque se que luego lo voy a echar de menos.



martes, 14 de enero de 2014

La llegada al Ashram

El karma. El maldito y merecido karma.

Todo empezó el sábado cuando llegué al Sivananda Ashram para estar lista al día siguiente para empezar mi formación de profesora de yoga, uno de los varios motivos por los que me encuentro en la India. Eran las 10'30 de la mañana y tras un viaje en bus hasta Trivandum me encontraba delante de la puerta de Sivananda Ashram, en Neyyar Dam, un precioso lugar con un río caudaloso delante y miles de cocoteros alrededor. El ashram era precioso, el primero que pisaba en mi vida. Por un momento me sentí como una niña pequeña que empieza el colegio, estaba nerviosa. Nerviosa por saber quien serían mis compañeros durante todo un mes, por saber como serían las clases, el lugar, las asignaturas y los profesores y sobretodo por saber si encontraría una cómplice que me acompañara en esta aventura. La encontré. Una italiana que conocí de camino a la habitación cargando una mochila más grande que ella y que tras una espera considerable para que nos llevaran a las habitacion soltó un: "fan culo!!", y ya supe que nos llevaríamos bien. Acerté, pronto seríamos como Pili y Mili y andaríamos por el ashram como Pedro por su casa. Dormimos pared con pared así que si miro por encima  del pequeño muro que nos separa y me pongo de rodillas en mi cama, la veo ahí tirada haciendo pulseras de hilo y es la primera en recibir mis buenos días y la última en oír eñ "bona nit" destinado solo para ella. Es simpática, circense y dulce. Impaciente como yo pero con menos arranque, en eso gano yo. Me dice que cuando me ve le dan ganas de estrujarme y darme mimitos o carantoñas como a una niña pequeña y a mí me encanta que lo haga, soy una mimosa empedernida que le vamos a hacer.

Nos instalamos en las habitaciones y dejamos las cosas tal cual encima de la cama. Estábamos invitadas a participar ese mismo día en las actividades del ashram pero ambas decidimos optar por disfrutar de nuestro último día de libertad y sin horarios a modo de ejército. Fuimos las únicas pero fue una buena elección. Nos bajamos al pueblito, achicharradas de calor, y comimos con los locales. Nos compramos una libreta para nuestros apuntes y compartimos confidencias desde casi el primer momento. Es de esas personas que se abren rápido y que enseguida te dan la confianza para hablar de cualquier cosa, aunque sea personal. Me habló y escuché, y sentadas delante del río pasamos la tarde. Queríamos bañarnos pero las nubes y unas cuantas gotas hicieron que cambiáramos de idea. Se fumó su último canuto y nos fuimos a cenar, aquí cenamos a las 18h. En realidad no sería el último, aun le quedaba uno más que compartiría por la noche y a escondidas dentro del ashram como adolescentes en un instituto, con un grupo de catalanes encantadores que conocí por la mañana haciendo cola en la recepción. La Mireia, la Gemma, la Juli, la Yoli, el Josep Maria y el Martí (los tres últimos eran amigos de la Raquel Odena, que pequeño es el mundo). El grupo se había conocido durante el viaje y llevaban ya unos días en ruta juntos. Divertidos, con una complicidad entre ellos muy bonita, con una energía contagiosa y majos, muy majos. Fue un buen recibimiento y un bonito encuentro, aunque para mi gusto demasiado corto. Los catalanes se irían a la mañana siguiente escapando de tantas reglas y horarios estrictos, y huyendo sobretodo de tanto canto. Me hubiera gustado que se quedarán más. 
Después de fumar a escondidas asistimos todos juntos a mi primer satsang, sesión de cantos que cada mañana y noche tenemos, y mi cara fue un poema. Iba informada pero aun así pensé: "esto que cojones es?!". Parecía una misa. Y yo aterrorizada. La gente murmurando y cantando cosas que yo no podía pronunciar ni leer balanceandose de lado a lado con un librito en la mano.  Me dió la risa, claro. Y así pasé la velada, intentando adaptarme a ese circo y verle el lado objetivo. Ese día no lo logré, demasiado pedir para una atea de pies a cabeza como yo. 

Ya llevaba dos días y me moría de risa yo sola de verme ahí metida. Pregarías, meditaciones, y reverencias sin sentido alguno para mí y palabras imposibles de pronunciar. Imitando como un mono de repetición algunas de las acciones y rechazando realizar alguna de ellas por sentirme más absurda que nadie y por no compartir esas ideas. 

Era el primer día, me quedaba un mes entero. Al día siguiente el horario ya fue el de cada día, la campana matutina nos despertó a las 5'15 de la mañana para la meditación en silencio y los cantos procedentes. Ese día la meditación fue diferente, no asistimos al templo, sino que hicimos una caminata en silencio hasta el lago donde meditamos delante del agua. Bueno para ser sinceros yo lo intenté, pero no hubo manera. Me molestaba la posición de piernas cruzadas, me picaba un mosquito, me clavaba la roca en el culo, mi espalda a esas horas seguía dormida y se negaba a estar estirada y quería seguir siendo como el caparazón de un caracol, redonda. A todo eso sumarle que amanecía y no quería perderme la salida del sol con los ojos cerrados, que con tanto silencio a mi cabeza le daba por pensar más que nunca y que abría un ojo y veía a 300 personas ultra motivadas sentadas en posición de indio con las manos encima de las rodillas siendo yo la única incapaz de lograr la deseada paz mental.

Esa misma noche hicieron la inaguración del curso y nos fueron llamando uno por uno al escenario para saludar a "nuestro" guru y recibir los uniformes, libros y la bendición del universo. Podéis imaginar mis pensamientos en este momento: "lo que se tiene que hacer para tener el titulo de profe de yoga... Cuando salga al escenario me van a pillar y van a notar que no creo en nada de esto...". No me pillaron y volví a sentarme. " Bien! Prueba superada!!", pensé.

Al día siguiente, llegó la repartición del Karma Yoga y ahí es donde digo lo del maldio karma. Habían mil y una opciones de karma yoga (es decir, realizar un trabajo/actividad desinteresadamente) desde trabajar en la cafeteria.. En internet.. Sirviendo el té o la comida/cena... Pasando lista de asistencia... De todo, incluído lavar los baños. En ese momento solo me repetía " que me toque el bar o el té o la comida, que me toque el bar o el té o la comida..." Y de repente dijeron: " Número 45, Elia Lopez, los baños". 

Toma, estaba claro, me lo merecía. Me levanté y me uní al grupo de limpieza de habitaciones y baños riéndome en mi interior por tal merecida actividad. "Has despotricado durante dos días de todo? Pues ala! Así entenderás lo que es el yoga y la espiritualidad!!". Así no hay egos posibles, a lavar durante un mes cada día! 

Mira que había opciones... Yo quería una tarea con contacto con la gente y me tocó el contacto con el estropajo. No está mal para empezar. Me lo tomé como un aviso: "baja la guardia y deja de cuestionar". Lo hice, pero en cierta manera, seguí analizando cada uno de los pasos que hacían los Swamis, los profesores y todos los estudiantes. 

Escucho y pregunto y voy sacando mis propias conclusiones, y aunque discrepo de muchas cosas tengo que decir que desde que he empezado la asignatura de filosofía todo va cobrando un significado y un sentido, y aunque no comparta algunas ideas disfruto y aprendo muchísimo cada día. Estoy contenta de estar aquí y aunque de vez en cuando se me escapen risas internas, y no tan internas, me parece muy interesante.

Paso a paso y con paciencia.

martes, 7 de enero de 2014

Goa y su fin de año

Se acabó Goa y sus fiestas trance.

De camino al tren que en unas 18 horas me dejará en Trivandum, el sur mas sur de la India, pienso en lo rápido que pasan los días y en las diferentes realidades en las que cada uno vive, influenciado por su estilo de vida y prioridades.

Creo que en esta ocasión los universos no podían ser más opuestos, pero supongo que eso es lo interesante. Te da la oportunidad de conocer a personas que de otra manera quizás no conocerías y eso me encanta. 
He visto más de una vez personas que ante situaciones desconocidas o diferentes simplemente se cierran y no permiten que nadie acceda a ellas ni se esfuerzan por dar una oportunidad. Hacen su propia conclusión y adoptan sin darse cuenta una actitud que las privará de enriquecerse, de ver e intentar entender otras maneras de vida aunque uno mismo no se sienta identificado con ellas. 

Esta actitud nos ha pasado a todos estoy segura, pero forma parte del aprendizaje. A mi por lo menos me ha pasado algunas veces y aun hoy en día, ante una situación donde no tengo el control, tengo unos primeros minutos de inseguridad y aislamiento. Aunque desde fuera nadie pueda ser testigo de ello, puedo detectar rápidamente lo que me está sucediendo. No me gusta, es solo un sistema de autodefensa que lo único que consigue es que perdamos la oportunidad de conocer gente extraordinaria. 

Nos enseñan desde pequeños lo que está bien y lo que está mal. Nos enseñan que todo lo que se sale de lo "normal" es raro o no está bien y que seguir los pasos que sigue todo el mundo es lo correcto, el buen camino y lo que está bien. No es cierto. Esta manera de pensar es lo que nos provoca un rechazo hacia personas que no viven la vida como nosotros y olvidamos que lo importante es que cada uno la viva como le de la gana y que no hay bien y mal. Se trata solo de diferentes puntos de vista y de como cada uno quiera gastar sus días. He conocido a gente que juzga a los demás por su aspecto, por sus aficiones, por su profesión, su estatus social o el dinero de su bolsillo. He conocido gente que se cree superior y mira con recelo a los demás sin entender que por suerte lo que ellos buscan, lo que creen necesario, a lo que aspiran o las prioridades que tienen no es lo que busca todo el mundo. Seguramente detrás de eso hay valores humanos muy distintos o vivencias pasadas que les motivan a actuar de ese modo. A veces esa incapacidad por ponerse en el lugar de otro y no entender que la palabra felicidad significa una cosa distinta para cada persona es lo que nos aleja de los demás. 
Es cierto que hay gente que elige caminos mas autodestructivos que otros pero no por ello son inferiores. Detrás de ésas acciones quizás hay problemas, vicios o simplemente es una forma de escape ante la inconformidad. 

Todos hemos juzgado y alguna vez lo seguimos haciendo, siendo quizás un patrón adquirido. Adquirido pero que se puede cambiar, depende de nosotros. Alguno de estos días pasados me sentí así y me dio mucha rábia, pero me siento afortunada porque, aunque me gustaría eliminarlo del todo, cuando me pasa lo detecto rápido y intento ignorarlo disfrutando de la situación. A veces me cuesta. 

En muchas ocasiones de mi vida he pensado: " Elia pero que cojones estas haciendo tu aquí??" Me meto en embolaos donde no pego ni con cola y tras las primeras impresiones, dudas e inseguridades luego me lo paso bomba. Esa es la parte que mas me gusta y me doy cuenta de que al final, aun sin tener pegamento, se puede pegar en cualquier sitio.

Llegué a Goa, más concretamente a Chapora, con Daniel.
Un "liante" que al final me convenció para irnos juntos para allí todo y mis primeros y rotundos "NO, I don't want to go there! I don't like Goa!!".  Tras comerme con patatas mi promesa, al iniciar este viaje, de que no pisaría Goa en absoluto, me encontré de repente el 27 de diciembre pagando un billete de bus justo en esa dirección. Un segundo de duda y.... ZASCA!!! Daniel me plantó el billete en la mano. Sara nos abandonaría en la propuesta a último momento, así que el equipo estaba completo. El duo maravillas. 

Regla numero uno del viajante: No hagas planes y menos aun, nunca digas NUNCA porque te lo comerás con patatas. 

Así que de esta manera llegamos a Panjim, pensando que no sería mala idea empezar el año con un buen fiestón antes de recluirme durante un mes en el mundo yogui. Una fiesta nunca está de más y más aun si la experiencia es la mítica Goa, la ciudad reina del trance.

Empezamos bien, el trance. Lo odio con todas mis fuerzas. Pero evidentemente la ley de Murphy, siempre presente hizo acto de presencia. Llegamos y fuimos a parar a casa de los amigos de Daniel, a las puerta de una casa enorme con una mafia rusa amante del trance viviendo dentro. Lo de la mafia es simplemente una alusión a la cantidad de ellos, no nos vayamos a preocupar ahora, que me gustan las aventuras pero no para tanto.

Toda la casa dormía. Normal si se tiene en cuenta que los que vienen a Goa por el tema fiesta viven de noche, se despiertan tarde, cuando aquí ya empieza a oscurecer, y empieza la rutina sin rutina para prepararse para la siguiente fiesta. Droga, alcohol, videojuegos y poca comida. 

El viaje hasta aqui fue divertido, un bus cama y dos autobuses locales más hasta llegar al destino final. Llegamos a Panjim a las 6h de la mañana y tras esperar a que abrieran las taquillas de la estación a Daniel y a mi nos aparecieron las primeras risas flojas del día mientras jugábamos a cartas, al ahorcado y nos retábamos a dibujos. Nos partíamos de risa.

Los precios en Goa eran una exageración debido a las fechas.. Preguntando preguntando encontramos una moto para alquilar a un precio razonable. Decidimos que la prioridad era la moto por encima de todo. Empezamos la ruta y comimos un thali de pescado exquisito por menos de un euro en un restaurante local y visitamos las primeras playas para contagiarnos del ambiente. Turistas, demasiados, pero ya lo sabíamos. 

Al anochecer nos encontramos todos en la casa y ví rápidamente que el plan previsto para la noche no se ceñía en absoluto a mi idea inicial. No me apetecía ni el rollo ni el plan que había y tras lidiar con mis comeduras de cabeza me relajé.
Los chicos eran majísimos, en especial tres de ellos: Vishva que tiene una energía increíble y habla como una cotorra como a mi me gusta, Shzoid divertido y cariñoso, y Yulia, con una sonrisa de oreja a oreja preciosa. Enseguida me hicieron partícipe de sus charlas, sus bromas y sus partidas al Tekken, donde solté adrenalina por un tubo pegando patadas ninja para ganar la batallas.

Disfruté observando la complicidad típica de un grupo que se conoce de hace tiempo o que por lo menos han vivido experiencia que no se olvidan, aunque sea unos meses atrás en el mismo viaje. Recordaban historias y encuentros, y todo y que la mitad de las cosas no las entendía porque hablaban en ruso me transportaron s cuando yo me encuentro con los míos. 

Al final nos llevaron a una fiesta trance y, todo y intentarlo a más no poder, fui incapaz de mover ni un milímetro de mi esqueleto. En mi cabeza solo había: "Pero a quien le gusta esta música?????" Intenté disfrutarlo pero me fue imposible. Me gustaba ver como bailaban los demás y de mientras, mis escaqueos al exterior de la disco fueron aumentando. Intenté pasar desapercibida y que nadie se diera cuenta de mis furtivos escapes porque no quería fastidiar la fiesta pero hubieron unos ojos que me clicharon y me pillaron infraganti. Al final, tras varios intentos por parte de todos por transmitirme el ritmo en el cuerpo sin éxito, Daniel vino y me dijo: "Yo tampoco soporto el trance", y nos fuimos.

Entre playas y pueblitos llegamos al último día del año, el 31 de diciembre, el motivo de encontrarnos en ese lugar. Empezamos la mañana con un desayuno delante de la playa, un capricho que creímos oportuno. Visitamos nuevas playas y llegamos a Aranbol, al norte de Goa donde me hicieron un regalo genial de despedida del 2013. Un piercing en la nariz. Un día se me ocurrió comentarle a Daniel que quería tener uno, así que al llegar a aquel lugar y sin yo mencionar nada me llevó a la puerta de una tienda de tatuajes de confianza. "Es mi regalo de Happy New Year" y mi cara fue todo un poema. Hacía muchos años que me rondaba la idea por la cabeza y nunca me había atrevido, por el dolor y porque no me quedara bien. Vaya una cosa, a Daniel esas excusas no le sirven, así que no había por donde escaparse. Con nervios en el estomago y una fugaz escapada al mar para mojarme los pies y pensarlo una última vez más, entramos en la tienda y me senté en la silla. Ya esta, hecho. Un delgado aro en la nariz que me recordará siempre a India, a mi primer viaje sola, a Daniel y a ese bonito día. Un regalo inesperado que me hizo mucha ilusión.
 Comimos, tomamos un chai y un pastel de platano y chocolate, y me compré un vestido negro para empezar el año un poco decente. Sin roña y un poco mona, lo mínimo para empezar un nuevo año. No sabéis que alegría vestir algo nuevo y diferente después de casi un mes con los mismos dos pantalones y tres camisetas. 

En el pueblito nos encontramos con más conocidos por casualidad y finalmente nos pusimos de camino a Tivim para comprar el billete de tren que al día siguiente me llevaría a al sur más sur de la India, a Trivandum, Kerala. Encima de la moto y a toda velocidad vimos entre carreteras y palmeras como se escapaban las últimas horas de sol del 2013. 

Con billete reservado y ya de noche, volvimos a Chapora y compramos los ingredientes necesarios para preparar un curioso plato ruso a base de vegetales y mayonesa como sorpresa para la cena de fin de año. Shové. Cocinamos al ritmo de música y preparamos la mesa en el tejado de la casa. Una pequeña luz, cojines en el suelo y una mesa repleta de frutas, verduras, pan y cava para brindar. Una buena ducha, uvas preparadas en la nevera, vestido negro, bragas rojas y llamadas con la familia, todo listo para recibir el 2014 con suerte. Llegaron las 12 y con un buen brindis empezamos a cenar con el sonido de los fuegos artificiales de fondo y el cielo bañado de colores pirotécnicos. Entré en el nuevo año cuatro horas y media antes que todos los míos pero no por ello dejé de dedicarles un pensamiento en ese primer sorbo de burbujas doradas.

La noche acababa de empezar y ya medio borracha con una sola copa de ron y coca-cola nos fuimos a la fiesta trance al aire libre en Vagator. Si, otra vez trance. Fue imposible encontrar una fiesta con música electrónica diferente, pero tengo que decir que fue llevadero y bailamos hasta que el primer sol del 2014 salió para darnos los buenos días. Divertido. Unas horas más y Goa habría terminado para mi, dejando atrás a la encantadora tropa rusa y a su israelí adoptado. 

Un buen inicio del año aunque nos astillaran por la entrada. Fin de año es fin de año, aquí y en todo el planeta. 


viernes, 3 de enero de 2014

Happy Hampi

Hampi, un lugar donde las rocas, las ruinas y los templos invaden cada centímetro del terreno. Un paraíso para los escaladores y un lugar perfecto para perderse por caminos sin paradero exacto con una bicicleta recordando veranos lejanos o sobre una pequeña motocicleta conduciendo melenas al viento.

De camino a este lugar, mientras esperaba la llegada del segundo bus que me conduciría hasta Hampi, conocí a Sara, una chica polaca, introvertida y reservada al principio con la que rápidamente compartí palabras. Le propuse de compartir habitación y tras un escueto "quizás", esperé sin prisa a que se decidiera. Nos tocó juntas en el sleeper bus y tras 8 horas de traqueteo y varios intentos por dormir llegamos a las 6 de la mañana a Hampi. El recibimiento no podía ser mejor, si descartamos la multitud de conductores de "tuk-tuk o autorised" ( pequeño taxi de tres ruedas) que nos esperaban en la puerta del autobús con los que tuve que ponerme un poco borde para seguir caminando y despegar los párpados, ver salir el sol en un paraje excepcional como aquel.

Sara se había decidido, con un poco de timidez me preguntó si aun quería compartir la habitación. Le que si, y su nerviosa sonrisa se relajó. 

Decidimos instalarnos en la isla y mientras esperábamos el barquito para cruzar el río nos dijeron que la elefanta Laxmi iba a aparecer para pegarse su ducha matutina. No apareció, ese día había un festival y se la habían llevado, así que cruzamos el río.
 
Tras pegarnos un buen desayuno en el "Laughing Buda", y dejar allí las mochilas, empezamos con la búsqueda de alojamiento. Enseguida conocimos a Daniel, israelí, de 27 años, muy abierto, simpático y que enseguida nos hizo partícipes de su energía positiva y buena onda. Una de esas personas que te dan ganas de conocerla más con solo cruzar cuatro palabras. Estaba subido encima de un "slack-line", la típica cuerda para aprender a hacer equilibrismo y caminar sobre la cuerda como la gente del circo. Mis primeros intentos fueron un fracaso.

Daniel en su bici y Sara y yo a pie, fuimos los tres hablando sin saber que a partir de ese momento compartiríamos juntos casi cada día de nuestra estancia en ese maravilloso lugar.

Conseguimos "casa" fácilmente, aunque nos cambiaríamos a otras 2 guest house en los días siguientes debido a que a Sara no le convencían las anterirores. Mejor, a cada cual más barata y más familiar. Vimos la puesta de sol y el día acabo con un buen té en el "White Elephant", punto de reunión de muchos.

Al dia siguiente madrugamos, desayunamos a base de dulces, y Sara y yo caminamos durante horas vistando templos y ruinas hasta volver a casa después de recibir un beso de Laxmi, una elefanta que a cambio de una moneda te daba un beso en la cabeza. Nos montaron en un autobus escolar y presenciamos una boda india, todo por casualidad.

Así los días fueron pasando, cada día con una actividad nueva y con las Navidades en medio. No parábamos. Cada día más divertido al conocer mejor a los coleguis de aventuras, perdiendo poco a poco ese punto reservado o de inseguridad que todos tenemos cuando no conocemos mucho a la otra persona, aun siendo la persona más abierta del planeta.




Alquilamos una moto para recorrer quilometros sin rumbo, perdiéndonos casi y dando media vuelta para no hacerlo y quedarnos sin gasolina en la mitad del camino que cerca estuvimos.  Nos bañamos en el lago y saltamos desde rocas altas el día de Navidad, cenas de Nochebuena en buena compañía y calorcito seguida de una jam session con tambores y bailoteo. Andamos en bicicleta y jugamos a cartas varios días, subimos la montaña salvaje pasando entre rocas para ver la pintura prehistorica más pequeña que existe, cosa que nos provocó unas buenas risas... Clases de yoga para empezar el día, mis inicios en el mundo de la escalada con todo el mundo dispuesto a enseñar y animar cada uno de los pequeños logros de la familia escaladora, sonriendo cuando uno llegaba a la cima de la roca. Cuanto más difícil más ánimos. Me felicitaron y me hizo ilusión. Ese lugar tiene algo y divierte caminar por el pueblo como si vivieras allí, parándote a hablar o saludar a cada 5 pasos.



Hubieron momentos increíbles, que hicieron que Hampi aun fuera más especial.. Noches de corrillo ante el fuego con guitarras, dormir en medio de la montaña con tan solo el saco de dormir y con todas las estrellas observando, atardeceres en puntos secretos, madrugones y tardes de escalada, mi primer Shabad con una comida asombrosa y hasta una discusión al echarnos de nuestra Guest House por no ser demasiado consumistas y no ser una maquina de hacer dinero.




Llegué a este lugar con la intención de pasar tres días y me quedé una semana. Así es la India, llegas a un sitio y todo lo previsto se desmonta, imprevisible y más si la gente que encuentras vale la pena.